Aprovechando que mañana es la fiesta de este apóstol, onomástica por tanto de todos los Andrés que pueblan el mundo a los que desde aquí felicito ya en la víspera, especialmente a tres que me son muy cercanos, me viene rápidamente a la cabeza la frase que uso como titular de este minuto, la cruz de san Andrés, no tanto por la novela que ¿firmó-escribió-plagió? -porque no sé cómo terminó el pleito- Camilo José Cela, sino más bien por la característica forma de esa cruz con los travesaños en aspa que sirve de escudo en Escocia, y en muchos más sitios cambiando colores y configuración de los brazos, por ejemplo, la cruz de Borgoña, y que también se usa de identificación en la deriva vertical o timón de cola de los aviones del ejército español. El origen de esta cruz viene del relato que nos cuenta el martirio que este pescador del lago de Tiberíades, natural de Betsaida, en Galilea, uno de dos primeros discípulos en seguir a Jesucristo -todo esto ya no es leyenda sino pura realidad histórica- y medio para llevar a su hermano Simón, luego conocido como Pedro junto a Jesús; por tradición sabemos que Andrés fue martirizado en Patrás (Acaya) durante tres días hasta que expiró en una cruz con esa forma de aspa.