El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha viajado a La Habana en visita oficial, en una época saturada de episodios de nuestra historia común. El 1-1-1899, a las 12 horas, fue arriada la bandera española de la fortaleza del Morro de la capital cubana, donde había flameado cuatro siglos. El 1-1-1959, se cumplen 60 años de la entrada de Fidel Castro en La Habana y la inauguración del régimen comunista que sometió a un pueblo, que ama la libertad y siente el orgullo de hacer ver al mundo que a las grandes potencias se les puede hablar sin complejos, una paradoja interminable. Fidel confiscó los bienes españoles, entre ellos, el Centro Cultural Español y el Centro Gallego de La Habana, que continúan sin ser restituidos. El 7 de diciembre próximo, se cumplirán 111 años del Himno Gallego, compuesto en La Habana por el vate coruñés Eduardo Pondal. En su visita, el presidente español habrá de interesarse por los avatares que ensombrecen la vida de nuestros hermanos emigrantes abrumados por la precariedad de los desafíos que soportan como una tragedia personal. Cuba, con su flamante presidente Díaz-Canel todavía no avizora síntomas de cambio. La Isla necesita capital y financiación porque la versión es muy escasa, la más baja de los países caribeños. Su escaso crecimiento, 1,7 por ciento, corresponde a la iniciativa privada, con sus famosos "paladares", restaurantes de privilegio como La Guarida inaugurado por la reina Sofía (1999) o el San Cristóbal, visitado en 2016 por la familia Obama. En La Guarida se filmó Fresa y chocolate, de Gutiérrez Alea. En ellos se sirve cocina criolla con sabores españoles. La Habana Vieja, recuperada por la Unesco, de calles tortuosas y columnas proliferantes, con gentes bulliciosas de charadas y santería, y su Malecón, con la dulzura de la brisa marina y la núbil mulata que ejerce su madura femeneidad a "turispepes", ávidos del "rico pollo cubano".

Otrosí digo

Clubs, Clima, Cigarros son las C de La Habana, y su música: la habanera, la rumba, la machicha, el bolero, cuya harina blanca lleva la levadura de la africania, que surgía en los varaderos, arsenales, barracones y trapiches, donde siempre había una guitarra y vino español, que les otorgaba la escala de impregnación hispana.