A Juan el cántabro, a María la aragonesa, a Pepe el navarro, a Sole la madrileña y a su prima la murciana o balear o riojana podría importarles un rábano que en Andalucía las playas fueran basureros, que las colas en los ambulatorios diesen la vuelta a la manzana, que sus Universidades fuesen coladeros, que el paro se saliese y que su turismo se decidiese por Túnez. Si esas invenciones fuesen triste realidad, que no lo son, y real fuese el desinterés del resto de España por lo que en Andalucía pasa, diríamos que, esa sí, escandalosa realidad de los cuartos desaparecidos en el lío de los ERE se la coman ellos y que nos trae sin cuidado lo que ocurra este domingo en sus elecciones. No es así y aceptando, cómo no, que los andaluces se juegan mucho más que los demás, lo cierto es que a todos nos va bastante en las urnas este domingo, por más que la acusadísima descentralización y el enorme autogobierno autonómico de las diecisiete comunidades haya traído demasiada ajenidad al escenario nacional.

Se juegan y nos jugamos, por mor del fraccionamiento del voto de centro derecha, que no haya cambio de gobierno en una comunidad que desconoce la alternancia en cuarenta años que son muchos, demasiados a mi juicio. La aparición de Vox con posibilidades de conseguir escaños, hasta cuatro, y sobre todo de arrancar unos cuantos miles de votos en cada circunscripción que podrían ser decisivos para PP o C´s, es una mala noticia. No porque sea un partido que reclama, en su derecho está como otros en reclamar la independencia o el paraíso comunista, cambios constitucionales inalcanzables en lo que queda de siglo, sino por lo que puede echar a perder, la alternancia en el gobierno que abra las ventanas y ventile el autogobierno y la administración andaluza, la dirigencia de allí y el discurso políticamente correcto allí hegemónico. Votar a Vox es poner las vísceras, la fe y la bandera única por encima de la racionalidad, del pragmatismo y de la realidad diversa. Un mal negocio.

Se juegan y nos jugamos por lo anterior que se mantengan los socialistas en el poder con ese discurso de que el PSOE es la autonomía, la democracia, la igualdad, el progreso, la solidaridad y la decencia y que todo lo demás es la reacción. Es el discurso susanista que busca enemigos inexistentes dentro y fuera, quejosa o triunfalista según convenga y ayuno de autocrítica siempre. Y nos jugamos y se juegan además que, alejados de la mayoría necesaria para gobernar en solitario, los socialistas busquen y encuentren el apoyo adanista y desastrado del Podemos andaluz que un día se pone la venda porque las fragatas que compra Arabia Saudita se construyen en astilleros gaditanos y al siguiente se la quita y encuentra fascistas hasta en el gazpacho.

Coincidiendo con las elecciones se sientan en el banquillo dos expresidentes de la Junta andaluza, pesos pesados del PSOE, y altos cargos que dejaron su impronta en el modo de ejercer el poder allí, subvención y lealtad mediante. Tremenda imagen que nos permitirá observar cómo digieren allí la corrupción política. Parece, según sondeos varios, que en Andalucía son más los que no se indigestan con los ERE que los que ya están hartos y quieren cambio. Esta noche saldremos de dudas y estaremos atentos porque, españoles al cabo, nos importa mucho a todos lo que pase en Andalucía.