Recién habrán visto y leído que el gobierno quiere controlar las horas extraordinarias labradas por los trabajadores, forzadas clandestinamente, atemorizadas muchas veces por el patrón, opacas para la Seguridad Social en su totalidad y ausentes en la nómina del empleado.

Ni que decir tiene que comparto la iniciativa del tal control por lo que podría representar en incremento de puestos de trabajo y la regulación legal de las condiciones laborales. Llámenme inocente, lo entenderé. Pero, mientras tanto, sostengo que la Constitución Española (CE) en sus artículos 24.1 -de la tutela judicial efectiva- y el art. 40 de la formación, salud laboral, descanso necesario con limitación de jornada, vacaciones periódicas retribuidas y demás banalidades para la patronal, dan abundantes garantías para que el poder judicial ampare los derechos de los trabajadores y trabajadoras; seguramente ellas más alevosamente agraviadas por sus jefes de recursos humanos. ¡A ver cuándo inventamos otro sintagma para definir lo que siempre fue el capataz, sin retorcer el lenguaje!

Por si faltaran leyes, no hará falta recordar el artículo 35 del Estatuto de los Trabajadores que recuerda que las diferentes situaciones en las que el empleado tiene garantías, tantas veces obviadas.

Pero vamos a los que íbamos, por lo que a mí más me preocupa, puesta la Constitución en la balanza, estamos ocupados por asuntos bastante ajenos a los problemas inmediatos y no hablamos de los derechos laborales, allí recogidos y protegidos, que se verán plasmados en los decretos y reglamentos que los desarrollan, como el de la obligación de fichar para controlar las horas extraordinarias. Nos vamos por algunos cerros de Úbeda u otras frivolidades -sin duda importantes- que afectan a la estructura del estado, léase monarquía o república, estado federal o autonómico, inflación de municipios, lo que ustedes que quieran añadir? el caso es que de todos modos, se toque lo que se toque, lo más probable es que los más fuertes consigan reformar lo que les ha molestado desde el año 1978 en materia de regulación laboral. Por eso soy de los que sostiene que hay que amarrar lo que hay y -a partir de ahí- hablamos de lo que sea. Pero que no se vea esto como una posición de debilidad, comprobamos que el sector industrial, el sector público, los servicios están dando importantes pasos y hay que darles apoyo legislativo, apoyado en la CE.

Aprovechando este Pisuerga, quizá por eso algunos recuerden que hace cuarenta años, en plena campaña del referéndum de la Constitución estaban vestidos de caqui, agobiados por arengas caudillistas y protegiendo, en sus garitas ocasionales, no sé qué embalses o polvorines, sin poder votar. Todas las tardes, a la hora de la teórica aquel capitán, medio cojo, nos soltaba, más bien nos escupía, a los que lo entendíamos, la cita del presunto filósofo Spengler: "Siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización". Él sólo sabía esa frase, pero tenía que grabarla a sangre y fuego en su tropa. Seguro que ese pelotón no me hará falta.