En estos últimos años, querida Laila, muchas informaciones periodísticas fueron claves para destapar redes de corrupción complejas, muy amparadas y con gran sensación de impunidad, a juzgar por el desparpajo con que se movieron corrompidos y corruptores. El sacar a la luz estas informaciones fue obra de periodistas o equipos de periodistas que lograron romper incluso mordazas y barreras establecidas por las propias empresas de comunicación que, en muchos casos, ceden a la presión de poderes y poderosos afectados. Esta primera resistencia fue venciéndose con esfuerzo y trabajo periodístico, aprovechando resquicios que el relativo pluralismo informativo permite. Por otra parte, el trabajo periodístico obligó a la intervención de la Justicia que, meramente de oficio, nunca llegaría a donde está llegando. Pero además de todo esto, la labor periodística está logrando el seguimiento, cada vez más preciso, y un cierto control informativo muy saludable sobre el propio comportamiento de jueces, fiscales y tribunales que, en general, está contribuyendo a una mayor transparencia y rigor de tribunales y profesionales de la Justicia; además de ayudar a que la ciudadanía pueda estar más al loro de lo que se cuece. Es conveniente, querida amiga, tener todo esto en cuenta para que seamos conscientes del valor del trabajo periodístico en una sociedad compleja: de que estos y estas profesionales puedan desarrollar con libertad y garantías su trabajo de informar, depende mucho nuestro bienestar, la protección de nuestros derechos, evitar que nos saqueen, que nos mientan y que despilfarren nuestro dinero, el que reunimos con nuestros impuestos. Y al contrario, el silencio informativo y la opacidad solo favorecen a los depredadores, a los corruptos y a los que se nutren y se forran con la riqueza colectiva, a la que contribuimos cada uno de nosotros con nuestro esfuerzo personal. Por eso la libertad de prensa y de información es clave para nuestra convivencia democrática y para alcanzar cada vez mayor bienestar.

Es verdad que existe, y nos repugna, el mal periodismo, como aquel del periodista Werner Tötges, que acabó con el honor de Katharina Blum, pero afortunadamente predomina el periodismo, como mínimo honesto, y en muchos casos arriesgado y heroico, que garantiza nuestras libertades esenciales.

Pero, querida, son estos "malos tiempos para la lírica" y asistimos a un retroceso evidente en libertades y derechos, impulsado desde el poder, a una pérdida de calidad de nuestra democracia y a la resurrección de un cierto neofascismo, aún minoritario, pero demasiado influyente en nuestra derecha, que adolece de una gran anemia democrática, quizá por ser hija del Movimiento Nacional y no de la Revolución Francesa, como las otras derechas europeas. Uno de los síntomas más recientes y significativos de nuestro deterioro democrático ha sido, sin duda, la decisión del magistrado del Juzgado de Instrucción nº 12 de Palma, Miguel Florit, de intervenir móviles y ordenadores de periodistas del Diario de Mallorca y de Europa Press para hacerse con las fuentes informativas de estos profesionales, haciendo saltar así por los aires el derecho al secreto profesional de los reporteros y la protección de sus fuentes informativas. Protección y derechos recogidos en la Constitución y que garantizan el trabajo de los periodistas y la seguridad de los informadores. El torpedo se dirige así contra la línea de flotación de la democracia y contra el derecho de la ciudadanía a estar informada.

Es de esperar, querida, que sea la propia Justicia la que restablezca aquí el derecho. Si esto no sucede, el sistema se habrá quebrado.

Un beso.

Andrés