Apuesto por el Brexit duro. No es racional, pero tampoco el Brexit, y un cáliz que no se apura hasta la última gota deja un poso. Una manera también de ponerse a la altura de los británicos, a los que siempre les ha ido la línea dura, una rumia que les queda en el estómago, pues gracias a esa dureza hicieron un imperio, igual que los españoles. Ya fue línea dura jugárselo todo a un referéndum, como si estas cosas que tocan al futuro completo de un país pudieran jugarse al as de oros de la opinión, confundiendo voluntad popular con arrebato populista. A ellos les pone lo de ser más duros que nadie y cuentan con que los demás a la hora de la verdad se arrugan. Ser británico en el fondo es eso, envuelto en formas y flemas. Así que nada de ponerse patriotas europeos, ni menos aún antibritánicos, ni tapar el desastre (lo es) con banderas. Basta encogerse de hombros, dando la mano.