En 2008 el PSOE obtiene 11.300.000 votos, 7 millones en 2011 y 5 millones y medio en 2015 y 2016. Podemos obtiene 5 millones en 2105 y 2016. Por eso el PSOE confía en que sólo con un mensaje a lo podemita, va a recuperar esos votos y sumar los 10 millones que tuvo tiempo atrás. Eso explica su deriva en política territorial, la última con el catalán y los médicos en Baleares, no se olvide que Iglesias pide el derecho a decidir para todas las comunidades autónomas; explica su oferta de reforma constitucional que acomode a gusto a Cataluña, no se olvide que Iglesias pedía abrir un proceso constituyente; explica sus medidas económicas, pensiones, SMI, posibles gracias a la buena salud de la economía que dejó Rajoy en opinión de Nadia Calviño en su toma de posesión, con el consiguiente aumento de gasto público, eso sí, que inquieta a Bruselas, a la OCDE y al BCE, no se olvide que Iglesias es alérgico a lo de hacer números y así sucesivamente con otras políticas. Sánchez está convencido de que aproximándose a las propuestas y al discurso de Iglesias recuperará los 5 millones de votos perdidos por el PSOE en pocos años, pero no contaba con que en Andalucía iba a perder 400.000 votos al tiempo que Podemos perdía 300.000. Y ahora qué?. Pues ahora a decir digo donde hace semanas decía Diego y a sacar de la chistera el fantasma del franquismo reaparecido en Andalucía.

Lo primero explica que a la semana de su infausto Consejo de ministros en Barcelona y su encuentro con Torra, Sánchez afirme ahora que el monólogo de Torra no es el diálogo que él quiere y que la CE es innegociable. Es decir que ahora cae en la cuenta de que la posición de Rajoy era la única posible ante la contumacia del independentista. Y no descarta el 155 y la vía judicial cuando sea menester. Pero, entonces, ¿en qué queda la política desinflamatoria y el discurso de afecto y empatía que ofrecía a Torra? Ni él lo sabe porque al mismo tiempo que exhibe firmeza con el independentismo catalán, retira el recurso del PP contra la obligación de conocimiento del catalán a los médicos en Baleares, ofrece un nuevo estatuto a Cataluña y no tiene nada que decir ante el festivo encuentro de la dirigente vasca Mendía con Otegui ni sobre la renuncia a su militancia socialista del hijo de Fernando Múgica. Ocurre, en realidad, que Sánchez tiene sobre el modelo territorial tantos discursos como le parecen oportunos ante cada conflicto. Como Iglesias, maestro de la confusión.

Lo segundo, resucitar a Franco, no se queda en la inacabable exhumación del cadáver por el que pelean algunos ayuntamientos intuyendo un buen motivo turístico. Los 400.000 votos de Vox han convocado a frenar al franquismo, llamada que ya hizo el aguerrido Iglesias en la noche electoral. Y luego Torra, IU y el PNV. Y naturalmente Sánchez no iba a ser menos. Los que apoyaron a Sánchez en la censura han puesto de vuelta y media a Vox, PP y C's por el pacto de gobierno andaluz. No por el pacto en sí que, en opinión de la izquierda, confirma al PP y a C's como derecha extrema, sino porque mandó al PSOE a la oposición y avisa con extenderse. El pacto de la censura con independentistas y el Podemos reventador de la Transición y la CE fué bueno porque dio resultado, el pacto de los conservadores y la derecha más exigente es una traición a España, Simancas dixit, porque ha mandado al PSOE a la oposición. Fácil de entender sin necesidad de apelar a los fascismos, ni leer el Mein Kampf, ni los discursos de aquel al que no acaban de desenterrar. No, Vox no es el demonio, salvo que el demonio coincida con lo que piensa y calla mucha gente, con esa gente de la que Iglesias no quería separarse antes de comprar chalet. ¡Feliz Año nuevo!