Cómo no ha de haber mariscadores que literalmente se juegan la vida por arrancar percebes de los rompientes más bravíos? A 100, 200, 300 y más a veces euros por kilo, según las calidades, es tentador arriesgarse. ¿Cómo no va a haber furtivos que sacan percebes de donde sea? Los precios son los que son, los que queremos pagar, y ese es el principal reclamo de este oficio. En estas fechas navideñas y de final de año, propicias para celebraciones gastronómicas, y si se quiere para excesos también, el percebe es bocado de los más apreciados. En línea con ello se divulgan los esfuerzos y riesgos que conlleva para los percebeiros lograr tan apreciado marisco, evitando a tiempo el golpe violento de la ola que justamente se estrella en esas rocas donde crecen y se agarran los percebes. He visto algunas filmaciones, y realmente es espectacular el trajín de los pescadores, las subidas y bajadas con cuerdas o sin ellas, las constantes mojaduras, y la permanente angustia de si saldrán bien parados por rascar y arrancar el manojo de crustáceos que alguien se engullirá ajeno al peligro corrido por esos profesionales que pasan de padres a hijos, con toda honra, el prurito de ser percebeiro.