Sin olvidar la autoidentificación de C´s como partido liberal, laico, nacional, europeísta, capitalista, partidario de la igualdad entre españoles y constitucionalista, conviene recordar su práctica política durante estos años. C´s ha apoyado a Díaz en Andalucía y al PP en Madrid al mismo tiempo. En el Congreso apoyó la investidura fallida de Sánchez en 2015 y la exitosa de Rajoy en 2016, y en 2018 no apoyó la moción de censura. En el Congreso, pero no en el parlamento andaluz, fue un azote de la corrupción y pidió varias veces a Rajoy su dimisión y la convocatoria de elecciones hasta la censura en mayo de 2018, pero aprobó sus presupuestos generales de 2017 y 2018. Los mismos que apoyó el PNV a cambio de cuantiosas cesiones económicas y sin alterar en lo más mínimo el régimen de concierto y el ventajoso cálculo del cupo vasco. Nada extraño hay en estas decisiones políticas de C´s porque la composición fragmentada del Congreso y de las cámaras regionales de un lado, y de otro las diecisiete dinámicas propias que se dan en las autonomías inclinan a pactos de ocasión, distintos en cada caso, con la finalidad de alcanzar el poder o, por lo menos, sus favores fuera de él. Este tipo de pactos, desconcertantes para muchos, no se dan en los sistemas bipartidistas porque no se necesitan, ni en aquellos, caso de España hasta las elecciones de 2015, en los que los dos grandes consiguen gobiernos estables bien con su propia mayoría absoluta, bien con apoyos de minorías dispuestas al pacto a cambio de beneficios suficientes para flexibilizar o aparcar para el futuro sus exigencias más extremas. En un sistema plural de partidos y además con acusada igualdad numérica entre varios de ellos, nuestro caso, los pactos son necesarios aunque, con frecuencia, resulten, como digo, desconcertantes. Ahí está el ejemplo más significativo del PSOE recibiendo el apoyo, y dándolo, a independentistas y a la multitud de fuerzas podemitas, en ayuntamientos, autonomías y Estado. Se pacta por conveniencia política flexibilizando los principios ideológicos y fundacionales del partido, las propuestas que se hicieron en la campaña electoral y, como digo, dejando para mejor ocasión, las pretensiones máximas. Al final, los electores deciden si el pacto cruza la línea de lo admisible o, por el contrario, entra dentro de lo previsible y digerible y en función de eso votará en las próximas. Así funcionan las cosas, ideologías aparte.

En Andalucía cambiará el gobierno si pactan PP, C´s y Vox. Cabe otro pacto porque el PSOE repetiría con apoyo de C´s y Adelante Andalucía. En estas condiciones y si quiere acabar con décadas de gobierno PSOE, C´s no tiene otra que pactar. Ya lo ha hecho con el PP pero rechaza hacerlo con Vox por motivos ideológicos y ha llegado a no querer, siquiera, entablar conversaciones. El rutilante Valls, candidato francés a la Alcaldía de Barcelona en la lista de C´s, ha sido tajante en la cuestión y prefiere en la ciudad condal pactar con socialistas y PP lo cual, para los que conocen el percal, es imposible. Quizás C´s quiere, en realidad, repetir pacto con Díaz en Andalucía a cambio de entrar en el gobierno y esa sea la razón para ningunear, despreciar dice Abascal, a Vox.

Si no es así, debería dejarse de remilgos e intransigencias y hablar con Vox. Con inteligencia el PP está en ceder y pactar con Vox y si Vox le corresponde, cederá en sus demandas y principios. C´s tiene en sus manos el pacto con el PSOE y podemitas o con PP y Vox. En ambos casos C´s tiene que ceder y renunciar a principios y ofertas electorales pero, sobre todo, tiene que calcular las consecuencias de su decisión. ¡Es la política aquí y en todas partes, señor Valls!