El siroco, querida Laila, es un viento fuerte del sur que suele traer la calima: ese molesto polvo microscópico en suspensión, procedente de desiertos africanos, que reduce la visibilidad y no te deja respirar bien. Estamos en plena calima política y por eso vemos todo borroso, nos cuesta discernir los perfiles y respiramos mal. Es un incordio que, esperemos, pasará pronto pero, eso sí, de la pátina de este polvo molesto y contaminante tardaremos tiempo en librarnos, aunque sí podremos discernir mejor quién es quién una vez que la calima sea disipada por ese nordés, tan del norte y gallego, que limpia los cielos y refresca el ambiente.

En una atmósfera diáfana los contornos de Vox se perciben y se explican mejor evitando que puedan imponerse los intentos de blanqueo por parte de los medios, vergonzante o abiertamente más ultras, y por los pactos políticos que Vox ha logrado con el PP: la fuerza política que gestó a Vox en su seno y que lo parió. Esto no blanqueará a Vox, pero sí ennegrecerá al PP, porque la nueva criatura será prueba evidente de que el gran partido de la derecha española fue, en su día, fecundado en perversa cópula por el franquismo. El PP, tras la relectura de la constitución impuesta por el golpe del 23-F, se adaptó bien a la democracia descafeinada y pudo ocultar hasta ahora su vergonzoso embarazo, pero el alumbramiento en el paritorio andaluz descubre el pastel.

Afortunadamente para Vox, José María Aznar que siempre cuidó y mimó, con discreción eso sí, la gestación del feto, volvió a hacerse con la sala de máquinas del partido a través de Pablo Casado, con lo que se aseguró la mejor asistencia al parto y el buen cuidado de la criatura recién nacida. Sin la asistencia del PP de Casado, Vox no sería nadie. Por muy rollizo que hubiese nacido, difícilmente sobreviviría y, en el mejor de los casos, sería una criatura con muy cortas expectativas. Pero una madre es una madre y Casado se volcó en la protección del neonato, aun cuando la cosa le trajo y le traerá conflictos y tensiones con su nueva pareja, Ciudadanos, que se siente muy molesta con la nueva criatura por lo atrabiliario de su origen y su nefasta genética. Lo que pasa es que el régimen de gananciales, que el matrimonio PP-C's mantiene en Andalucía, hace muy difícil la separación o divorcio, y los de Albert Rivera tragarán al niño y hasta parecen dispuestos a llenarse de mierda cuando tengan que cambiarle los pañales.

Porque Vox, querida amiga, no es franquismo en sentido estricto, pero si es su engendro y, por tanto, son franquistas sin Franco, son neo-franquistas. Por eso sus postulados son típicos de la vieja ultraderecha española más radical. En lo económico, servidores del gran capital, a quien tratan de librar de obligaciones e impuestos; en lo político, autoritarios y neoliberales, partidarios del Estado anoréxico que privatizaría todo lo rentable y atribuiría a lo público únicamente el uso del control, la censura y la fuerza para embridar a la población y reforzaría el sistema patriarcal combatiendo el feminismo y evitando la igualdad y la emancipación de las mujeres; en lo ético y moral abrazarían de nuevo y sin complejos, que diría Aznar, el nacionalcatolicismo con sus dogmas, sus ritos y sus valores; en lo social privatizarían los servicios públicos y la beneficencia sustituiría a los derechos sociales; y en lo cultural se trataría de regresar á longa noite de pedra, se adoptaría el revisionismo y el blanqueo del pasado franquista, la recuperación del espíritu de la reconquista y las expresiones del nacionalismo españolista y de tonos militaristas.

Y todo esto, querida, se gestó en el seno del PP, para sorpresa de muchos de sus afiliados de buena fe.

Un beso.

Andrés