Ayer, como cada año, el fantasma de Lady Hester Stanhope se apareció en Coruña. Su espectro volvió brevemente junto a la tumba de John Moore, muerto en la Batalla de Elviña. Son ya ciento ochenta años de apariciones desde la muerte de la propia Hester, y sólo la pasión idealizada de un amor nunca consumado puede explicar tanta perseverancia.

En el Salón Real del Ayuntamiento coruñés hay un gran cuadro que representa esta batalla de La Coruña de las guerras napoleónicas. Es un cuadro reciente y lleno de guiños a personajes de hoy, pero que trata de reflejar fielmente lo que sucedió hace dos siglos, y permite, en las visitas institucionales de británicos o franceses, contar la historia convenientemente adaptada según el caso. Así, para los franceses es la gran victoria de sus tropas expulsando a los ingleses; y para los británicos, una brillante operación de retirada estratégica. La historia, como todo, depende de cómo se cuente. Y a quién.

Además, ambas versiones son ciertas. El francés Soult consiguió tomar la ciudad sólo después de que, en la noche del 17 de enero, se embarcase hasta el último soldado británico superviviente. El Capitán Thomas Fletcher de los Fusileros Galeses fue el último en abandonar La Coruña y embarcar rumbo a Inglaterra. Le habían confiado, para cubrir la retirada, las llaves de la Puerta de la Torre de Abajo que cerraba las murallas de Pescadería que protegían la ciudad y, tras finalizar la evacuación, el hombre cerró la puerta y partió hacia Gran Bretaña, llevando consigo, eso sí, las llaves de la ciudad.

Las llaves en cuestión están perfectamente localizadas en el castillo de Caernarvon, en Gales, donde se exhiben como si de una conquista se tratase. Y, a ver, eso sí que no.

Hace muchos años, siendo Alcalde Manuel Liaño, se remitió desde el Ayuntamiento una solicitud exigiendo su devolución. Como respuesta, recibimos alguna excusa y unas copias que hoy pueden verse en el Museo Militar.

Reconozco que el tema de las llaves me mosquea. Me comentaba un día un amigo periodista que, entre los distintos concejales y alcaldes desde Liaño hasta hoy, somos varios los que hemos barruntado, más alto o más bajo, que la cosa no debía quedar así. Soy consciente de que el tema tiene algo de arrebato folklórico. Vale. También de que, pese al intento de tomar la ciudad de Francis Drake, Gran Bretaña ha sido y es un amigo y socio histórico de Coruña. Ya hace dos mil años, el Imperio Romano levantó aquí un gran faro para señalizar la ruta comercial con las islas británicas, iniciando una relación extraordinariamente positiva que aún continúa. Por eso en el salón de Alcaldía hay una Union Jack , una bandera del Reino Unido, en una vitrina justo en frente del Pendón y Bastón de mando que representan los poderes de la ciudad de A Coruña. Tanta es la historia compartida que hasta hubo de construirse un British Cemetery en San Amaro, y coruñeses y británicos descansan juntos, que no revueltos, en el barrio de Monte Alto, sobre el mar que nos une y nos separa.

Sin embargo, la sabiduría popular, con tanto sentido común como retranca, entona en cuestiones de negocios aquello de "amiguiños sí, pero a vaquiña polo que vale". Y, si los escoceses han conseguido que les devolviesen la Piedra de Scone (otro retazo de historia coruñesa de la que hablaremos otro día) después de siglos de simbólico sometimiento al coronar a los reyes británicos sobre la piedra más sagrada de Escocia, menos difícil debiera ser para Coruña conseguir que nos devuelvan las llaves.