Señoras y señores, buenos días. Buen 19 de enero, a dos jornadas de un lunes que el psicólogo Cliff Arnall calificó como el día más triste del año -cuestión sobre la cual yo creo es imposible teorizar, al depender tanto de los sentimientos de cada observador-, mientras el invierno va discurriendo sin demasiados sobresaltos... ¿Irónico al decir esto último? Sí, claro que sí. Y es que al rosario de episodios luctuosos que tienen que ver con esa execrable violencia tan específica contra las mujeres, y que siguen goteando sin tregua, se van superponiendo diferentes acontecimientos traumáticos, que hacen que las portadas de los tabloides sean difíciles de leer... Historias a veces realmente angustiosas, que tienen que ver con el sufrimiento de personas.

Ojalá alguna de las que nos ocupa estos días pueda terminar bien. Y me estoy refiriendo, cómo no, al desafortunado cúmulo de circunstancias que ha llevado a la caída de un pequeño a un escalofriantemente larguísimo y reducido pozo, y a la lucha denodada de tantas personas por poder rescatarlo con vida. Ojalá sea posible. Espero que este demoledor relato pueda convertirse, en las próximas horas, en un canto a la solidaridad, la esperanza y el trabajo bien hecho. Sí, ojalá todo salga bien para el niño y su familia.

Hoy quería hablarles de la ilusión, tan importante en cualquier emprendimiento humano. Y lo hago porque, al despedirme de un proyecto educativo en el que he estado embarcado estas últimas semanas, en medio de otras emotivas manifestaciones, alguien se me acercó y me dijo "Jo, es que nos has transmitido ilusión". Miré a esta persona y, entonces, me di cuenta de que, en tal caso, se pudo conseguir lo que me parece más difícil en la profesión de educador. Y esto es que, mucho más allá de los contenidos, podamos de alguna forma compartir, a partir de nuestro ejemplo y convicción, las ganas por saber. Por aprender. Por ser cada día un poquito mejores. Por aportar. Y, de alguna forma, por ser capaces de transformar continuamente nuestra realidad.

Y todo ello mucho más allá de la función preparatoria para el mundo laboral del educando, que obviamente también es importante, pero que yo supeditaría a la primera. Miren, el singular hecho de vivir amerita, en sí, una carga de sorpresa e incertidumbre, exposición a lo desconocido y capacidad de asombro, a la que creo sinceramente no debemos renunciar nunca. Y ser capaces de abordar esta, bien sea mediante el estudio sistemático de la literatura de determinada época, las rocas metamórficas, la teoría de estabilidad y control y las ecuaciones diferenciales, el papel de los ribosomas en la expresión de los genes, o las características de la obra de Oscar Wilde o Gaspar Melchor de Jovellanos, es para mí buena parte de la sal de tal existencia. Si a tal filia por el conocimiento puro y duro, sin que sean necesarios otros objetivos, sumamos la capacidad de socializar, de entender y ponerse en el lugar del otro, de amar y de construir juntos, la felicidad está servida, sin muchos más aditamentos. Todo lo cual parte y llega, cerrando un círculo perfecto, de la ilusión a la que se refería mi interlocutor. Cuando ilusionamos a los demás es porque estamos ilusionados nosotros mismos, y creo sinceramente -sea la actividad que sea aquella con la que aportamos a la sociedad y con la que nos ganamos las lentejas- que es fundamental levantarse cada día dispuestos a ilusionar y a que nos ilusionen, y verter así en Gaia mucha más ilusión personal y colectiva que la que, desgraciadamente, también se pierde cada día en los sumideros de la costumbre, el tedio y la falta de ganas...

Sí, la ilusión genera ilusión, en un efecto multiplicador realmente beatífico, que nos mejora como personas, como profesionales y como especie. Por eso lo que me dijo aquel chaval me llegó al alma. Porque uno, por las limitaciones propias, por el contexto y por la naturaleza, características y actitudes del observador, no siempre puede ilusionar, independientemente de resultados académicos y otros logros en el desempeño, de toda índole. Pero a veces, solamente a veces, se consigue... Y es que en realidades a priori prosaicas, si uno mira bien, se pueden vislumbrar toneladas de poesía...