Si hay un político del que, a priori, pudiéramos decir que está especialmente capacitado para la gestión política de la sanidad pública, ese sería don Alberto Núñez Feijóo. Dicen que políticamente creció en el regazo de José Manuel Romay Becaría, ministro de Sanidad y Consumo entre 1996 y el 2000. De hecho, en este periodo Romay nombra a Feijóo subsecretario de Asistencia Sanitaria y presidente del Insalud. Pero es que don Alberto también pudo conocer a fondo la sanidad gallega, pues entre 1991 y 1996 fue secretario general de la Consellería de Sanidade y del Sergas. Es decir, que en esto de la sanidad don Alberto se lo sabe todo. Por otra parte, don Alberto siempre se manifestó públicamente partidario de la mejor gestión del servicio público de la sanidad, como pilar fundamental del Estado del bienestar y, dice, de su política. Pero hay que considerar, sin embargo, que cuando don Alberto llega a la Presidencia de la Xunta estamos en plena crisis, en medio del torbellino alocado de los recortes que merman radicalmente las posibilidades de poder desarrollar una buena política sanitaria. Es decir, que don Alberto que supo y quiso gestionar bien la sanidad pública, no pudo hacerlo por culpa de la maldita crisis, pero él sí sabía y quería. Todo esto es así hasta 2014, que es el año en que, según el INE, se acaba la crisis, empieza el crecimiento y se van recuperando recursos. Es verdad que la recuperación no se produce de golpe y, por tanto, también la de la sanidad ha de ser paulatina. Sin embargo, sucede que, en los últimos cuatro años de crecimiento, no solo no hay recuperación sino que, al contrario, la sanidad pública gallega sufre un deterioro progresivo alarmante. Lo sabemos porque lo dicen y denuncian los pacientes, los técnicos, las enfermeras y los médicos, es decir, todos: los usuarios y los sanitarios, que llegan a hacer huelgas y manifestaciones muy indignados. También lo sabemos por los medios de comunicación que, un día sí y otro también, dan cuenta de crisis en Atención Primaria, Urgencias, pediatría, listas de espera y un largo etc. En resumen, que don Alberto sabe y, desde 2014, puede, pero está claro que no quiere. Y solo por esto debiera irse. Que ya hay víctimas.