Fin de mes. Ahí como lo tienen, sin paliativos. Lo que empezó hace treinta hermosos días, se ha consumido. Va uno, por tanto, de doce meses. ¿Se convencen ahora de lo rápido que va esto? Y es que, por mucho que nos empeñemos en ralentizar cada inspiración, cada disfrute de un vaso de agua o cada mirar a las estrellas, todos esos gestos y los demás cotidianos en un día se amalgaman y empaquetan en días, semanas y... hacen que todo fluya vertiginosamente. Pero no siempre lo hemos sentido así...

Hace algún tiempo contaba yo a este respecto que, en realidad, un segundo dura tanto en los dulces, prolijos y hasta interminables meses de verano de las vacaciones escolares de cuando uno tiene nueve o diez años, como en cualquier otro momento de la vida. Sí, ya sé que decirlo así parece de Pero Grullo... ¡Claro que la duración de un segundo es siempre la misma! Pero es cierto que la percepción del mismo no, y por eso me permito recordar lo primero. Lo que cambia, entre una situación y otra, no es el lapso de tiempo en sí, sino la percepción del mismo, auspiciada por el instrumento de medida. Esta, como el resto de nuestras percepciones, tiene mucho de subjetivo. Y dicha subjetividad es la que causa tal paradoja temporal, relativizando la forma en la que sentimos el paso del tiempo.

Hay muchas más percepciones de alguna forma un tanto erróneas en nuestro día a día, precisamente porque medimos relativamente, y no de forma absoluta. La típica experiencia de laboratorio en la que uno mete a la vez una mano en una cubeta de agua fría y la otra en una de agua caliente, para seguidamente llevar las dos a una tercera con agua templada, nos mostrará que somos capaces de percibir a la vez calor y frío en ambas manos, respectivamente, teniendo las mismas sumergidas en agua a idéntica temperatura. Otro caso de percepción relativa, que lleva a la vez a dos experiencias contrapuestas: calor y frío. La realidad, obviamente, es otra.

Cuando somos pequeños y no concurren circunstancias excepcionales que nos hagan vivir una existencia diferente, generalmente el verano se presenta como un enorme tiempo de disfrute, de juego y de descanso. Todo es bonito y fácil, y nuestra familia cuida de nosotros, que no tenemos casi responsabilidades. El tiempo se alarga y se alarga, y esos segundos que después nos resultarán evanescentes, se viven de una forma distinta. El tiempo, desde nuestra óptica, cunde de otra manera.

Pues bien, aquí quería llegar yo hoy. Titulo el artículo Mirar con imaginación porque estoy convencido de que, en cualquier época de la vida, uno puede ver -sentir- de forma bien diferente a la primera impresión que obtiene de su capacidad sensorial. Hay experiencias, métodos y corrientes muy conocidas que nos proponen otra forma de situarnos en el día a día, para percibir el tiempo de una forma más intensa. Y esto mismo puede ser llevado a muchos más campos de lo que percibimos. Solo así puedo entender la inmensa variabilidad de comportamientos frente a situaciones de partida diferentes, e incluso la muy distinta capacidad de resiliencia de las personas, -hoy tan nombrada, y que consiste en ser capaz de reaccionar positivamente a una situación traumática-, muchas veces desplegada desde situaciones mucho más allá del límite...

Mirando con imaginación la vida, uno puede afrontar con valentía una situación difícil, con entereza un revés verdaderamente complejo de encajar, y hasta con optimismo un panorama de evolución impredecible casi en el día a día. Mirando con imaginación, en otro orden de cosas, es como uno puede desarrollar la capacidad de prospectiva, teniendo una perspectiva de futuro muy necesaria en cualquier proceso verdaderamente estratégico y donde un grupo humano organizado -una empresa, una asociación,... pero también un Estado, por ejemplo- se esté jugando su futuro. Mirando con imaginación, mucho más allá del "blanco y en botella", se pueden incorporar elementos absolutamente diferentes a los primeros que nos ofrecen nuestros sentidos. Lógica borrosa, por ejemplo, en que la validez de diferentes escenarios a partir de escasos datos iniciales se ve corroborada o refutada por la propia dinámica de los acontecimientos.

Miren, les seré claro. Creo que falta mucha imaginación en nuestra mirada actual. Pareciese que todo lo cibernético, global, tecnológico, impersonal y comprable es la "bomba", y que todo lo que implique sentimiento, esfuerzo, enraizamiento y basado en el grupo local, sonase decadente. Yo, les confieso, me revelo contra tal planteamiento. Me gusta lo uno y lo otro, y la capacidad de modular, imaginar y construir. Ni está todo inventado ni las mayores satisfacciones de la Humanidad van a tener que ver con lo cibernético. No es verdad. Tiene que haber todavía mucho espacio para la poesía, para lo local conociendo lo global, o para una visión romántica de la Ciencia que yo echo en falta. La imaginación puede suplir la tónica en la que nos sumergen los sentidos. O lo que se les hace percibir desde determinados intereses, con las técnicas actuales para llevarlo a cabo. Pido y ofrezco imaginación. Esta nos permitirá volar, entender nuestro alrededor y entendernos nosotros mejor. Y dejar determinados "mantras" que, por oídos millones de veces, no son ciertos.

Mirando con imaginación la vida, aparecen nuevas facetas talladas en la misma. Mucho más allá del día a día o de los lugares comunes.