Una vez más la nación venezolana vuelve a las andadas por el juego y relevo de sus presidentes. Y más lo siento ahora por el destrozo que está causando la situación actual en ese querido país. Estamos al día de lo que allí está ocurriendo, y me sorprenden las crónicas que nos llegan que no aparentan censura alguna, cosa que no siempre sucedió como cuento seguidamente. La historia de estos vaivenes presidenciales seguidos por mí arranca en el verano de 1958, cuando me preparaba para el ingreso en la Escuela Oficial de Periodismo. Entonces me explicaron que fue decisiva la información que logró salir del país controlado entonces por el general Pérez Jiménez, a pesar de la férrea censura impuesta, gracias a la argucia de Tad Szulc, periodista norteamericano de origen polaco, quien envió un teletipo escrito en polaco, lengua que los censores no debían controlar del todo, a una dirección de Nueva York inocua, la de un vecino también polaco, quien la tradujo y la remitió al diario The New York Times que a toda plana informó al mundo de lo que estaba pasando en la Venezuela de enero de 1958. La caída del dictador -el 23 de enero- fue cuestión de días.