La semana última ha sido pródiga en acontecimientos políticos que se solaparon susceptibles de cambiar sustancialmente el mapa político de España y han producido en el ciudadano confusión e incertidumbre. Helos aquí: Congreso del PP, de mecanismos triunfalistas nostálgicos en un escenario propicio con un espectáculo de caucus y globos; relevo del PSOE en Andalucía, la cara de España tras 37 años de gobernanza. La presidenta saliente no tuvo una despedida ejemplar: le faltó sentido institucional y elegancia, virtudes intelectuales de la ética. Y siempre, de actualidad, los Presupuestos Generales del Estado. Entre el rechazo manifiesto de la mayoría de las fuerzas políticas regionales, el delegado del Gobierno, señor Losada, alabó las cuentas del Estado y se atrevió a instar al PP "a no mentir" sobre la bondad de la cuantía asignada a Galicia. Como de los PGE se han divulgado cifras, agravios comparativos, etc., y se sucederán, ahora en el Congreso de los Diputados, nos quedaremos con un solo dato: cada gallego recibirá 67 euros menos que el año último; cada catalán, 93 euros más. En política, las palabras alzan el vuelo y son inalcanzables, si quien las pronuncia ha descuidado que su discurso vaya más allá de la verdad sostenible. Otro hecho relevante de la semana última, la deserción de Errejón de Podemos (fue uno de sus fundadores) pone en evidencia la sensación de que el movimiento, liderado por Pablo Iglesias, se esfuma por su posición omnímoda, más atenta al poder que a las ideas. Sus "sostenedores" mediáticos han entrado en una especie de limbo, porque la atropellada lógica televisiva, celosa de cada momento, había superado la lógica de la reflexión informativa. La reflexión, en una era del circunloquio y el globosonda, ha de permitir hablarle a la sociedad con claridad, con objetividad, único camino que anima la fuerza de la verdad. Previamente, debe ser excluido el sectarismo, el enfoque partidario y los vaivenes ideológicos, salvo incurrir en el descrédito público, que nace entre lo que se pregona y lo que se pone en práctica.

Otrosí digo

Aznar y Rajoy, juntos en una misma asamblea, pero en fechas distintas. Aznar vuelve con su furia; Rajoy, confirmando su bondad como gobernante para una sociedad acomodada. Según Actualidad Económica, otras personalidades diferenciadas fueron "la abominable Celia Villalobos, que dio una pista por dónde vienen los malos vientos" y Feijóo, "que no tuvo arrestos para disputar la secretaría general del PP por puro tacticismo político".