La crisis de Podemos se inició el día en que -con prepotencia- Pablo Iglesias exigió a Pedro Sánchez, a principios del 2016, la vicepresidencia del Gobierno y el control del CNI. Siguió cuando decidió votar contra la investidura de Sánchez, mezclando sus votos a los del PP, con la idea de que "los socialdemócratas modernos" superaran al PSOE en las siguientes elecciones.

Y así siguió. Visto que no lo había matado, rectificó su actitud del 2016 con Pedro Sánchez, pero dejó a Errejón en libertad vigilada en la Comunidad de Madrid (por Ramón Espinar) e intentó doblegar a Carmena en la lista para las municipales imponiéndole como sucesor in pectore al exjemad José Julio Rodríguez. Carmena se rebeló y decidió ir por cuenta propia. Y luego Errejón -tras ver en Andalucía que con Podemos iba al fracaso- pactó con Carmena la doble candidatura de Más Madrid.

Para Iglesias fue un gran golpe, pero volvió a reaccionar con prepotencia y sólo consiguió la dimisión de Ramón Espinar (el vigilante de Íñigo), que no quiso inmolarse como candidato contra Errejón. Y barones regionales de Podemos se alarmaron. ¿Dónde iban, perdiendo por el camino a Carmena, Errejón y Espinar?

Ahora Iglesias intenta rectificar. Íñigo no es ya un traidor a fusilar sino el aliado de "la izquierda amable". Pero la solución al gran lío de las candidaturas de Madrid es un endiablado sudoku y le forzaría a ceder bastante. ¿Se enfrentan Iglesias y Podemos al precipicio?

En Andalucía -sin gobernar- ya perdió proporcionalmente más votos que el PSOE -gobernando y con los ERE- y la última encuesta de GAD-3, realizada cogiendo parte de la crisis Errejón, les da el 11,6% de los votos (el 21,1% en el 2016). Y solo 31 diputados frente a 71 en el 2016.

Pero Iglesias es zorro y tiene virtudes. Su gran problema es que se cree superior a todos. Por eso no ha sabido digerir que siendo el líder (indiscutiblemente más líder que Errejón), su segundo sintonizara mejor con el paisano, que no mira a Caracas sino a París, y que además le supera en inteligencia política.

La crisis de Podemos es relevante. Y para Pedro Sánchez puede ser peligroso que quien quería matarle pueda ir camino del suicidio.