De otra forma, querida Laila, pero la situación política internacional cada vez se parece más a la de la guerra fría. Las grandes potencias del Este son Rusia y China y las de occidente EEUU y la UE. Como en aquellos tiempos, las grandes potencias se confrontan en campos de batalla lejos de sus metrópolis, por eso es fría la guerra para las potencias, pero muy caliente y sangrienta para los países concretos donde se ventilan los inconfesados intereses: Irak, Libia, Siria, los países africanos más ricos y, si Dios no lo remedia pronto, Venezuela. El país caribeño no es moco de pavo, es uno de los países ricos del mundo en recursos y posibilidades. Tiene, por ejemplo, el 20% de la reserva mundial de petróleo y está a tiro de piedra de Estados Unidos, que solo tiene el 2% de esas reservas y aunque de momento, según dicen, le son suficientes, no cabe duda que, desde el punto de vista estratégico y de los negocios, el petróleo venezolano les resulta atractivo y tragan muy mal la propiedad pública de los yacimientos. La presión extranjera en Venezuela viene de viejo. Lo que pasa es que, hasta ahora, fueron intervenciones y presiones de castigo, de carácter político y económico que han debilitado a los sucesivos gobiernos del país, los han ayudado a corromperse y en, buena parte, los han conducido al fracaso que las autoridades venezolanas non han sabido, podido, o no han querido evitar. Ahora, ya debilitado y fracasado el chavismo sin Chávez de Maduro, las potencias occidentales impulsan un verdadero cambio de régimen que, si no pueden lograr por las buenas, lo impondrán por las malas. Es decir, solo falta la intervención militar que, en el mejor de los casos, humillará al pueblo venezolano, en el peor, lo ahogará en un baño de sangre y, en todo caso, se cobrará víctimas inocentes, desencadenará persecuciones y venganzas y sembrará odio y miedo a partes iguales. Hay ya un ambiente prebélico que se nota en dos cosas principalmente: en la situación de maniqueísmo radical donde "el que no está conmigo está contra mí" y en la propaganda desorbitada para formular un casus belli, que se tratará de vender como última ratio para el recurso a la fuerza: pretexto que siempre se busca para justificar cualquier guerra criminal o a cualquier criminal de guerra. En Irak fueron las armas de destrucción masiva y aquí será la tragedia humanitaria que los invasores mismos impulsaron y ahora exageran y dramatizan rasgándose las vestiduras coram pópulo.

Es innegable que Venezuela sufre una grave crisis que requiere perentoriamente un cambio y corre el peligro de pasar de una enfermedad militar a un peor remedio castrense, por lo que se precisaría de una sana ayuda exterior, pero para impulsar los cambios que los venezolanos quieran hacer por la vía democrática, pacífica y libre de toda injerencia extranjera y militar. En esta ayuda diplomática y política debiera estar Europa y cualquier país democrático y España, seguramente, debiera liderar en la UE esta posición, dada su historia como antigua potencia colonial y por las constantes relaciones cordiales que ambos pueblos han venido manteniendo. Hasta ahora, Gobierno y oposición no lo han hecho así. Al contrario, se han apresurado a apoyar la infame política intervencionista de Trump. Política que todo dios sabe a lo que obedece y que conlleva un alto riesgo de intervención militar.

No dudes, amiga mía, que desde la ciudadanía libre, sana y no contaminada por la posverdad y la propaganda engañosa, hoy se grita "¡No a la invasión!", sea abierta o encubierta, tal como en su día se gritó "No a la guerra". Y eso, querida, para nada supone apoyar a Maduro, como en su día no supuso apoyar a Sadam Husein.

Un beso.

Andrés