Los independentistas, esto es, los nacionalistas, no necesitan mentir y salvo engaños en las distancias cortas por motivos inmediatos, siempre han afirmado que su horizonte es la soberanía de su nación y se han mostrado a disgusto en España. No lo necesitan porque la Constitución de 1978 les ampara y compiten en la política española con todas las de la ley. No mintieron al apoyar a Sánchez en la moción de censura porque esperaban de él, de su gobierno, del PSOE y del PSC, que es otro partido no se olvide, que suavizarían las consecuencias penales del procés y abrirían vías a sus objetivos finales. Le apoyaron para eso porque de Rajoy no había nada que esperar salvo el silencio y el no rotundo, alternativamente. Sánchez, en cambio, ha querido darles satisfacción porque, de algún modo, les comprende. Desapareció el control de sus finanzas, volvieron las embajadas, llegaron las aportaciones multimillonarias y las expresiones de acercamiento: empatía, indulto, diálogo, encuentros bilaterales visibles y sin motivo, visitas, traslado a Cataluña de los detenidos, rebaja de rebelión a sedición y finalmente, en diciembre de 2018, el vis a vis de Sánchez con Torra, previo al miniconsejo de ministros también en Barcelona. Torra y Sánchez firmaron un acuerdo reconociendo un conflicto España / Cataluña como si de dos Estados se tratara y Torra entregó entonces un documento con 21 peticiones, filtrado ahora por la Generalitat, para abordarlas a lo largo del itinerario de apaciguamiento prometido por Sánchez. Además de poner a la democracia española por los suelos, el documento contiene lo ya sabido, derecho de autodeterminación, mediación internacional para negociar como iguales, reconocimiento de la soberanía de las instituciones catalanas, renuncia al 155 y a acciones judiciales, cese de los abusos policiales y económicos y otras peticiones por el estilo. Los independentistas siempre han exigido lo mismo, haciendo depender su apoyo a los presupuestos de los pasos dados por Sánchez en la dirección marcada por el documento de diciembre.

Tampoco Sánchez miente pero su verdad dura el tiempo que tarda en desdecirse de ella con otra opuesta. En otras palabras, que es un cabeza de chorlito, que eso no le importa y que lo suyo es resistir yendo de un lado para otro caiga quien caiga. Ahora, ante la inminencia de la votación de los presupuestos Sánchez ha ofrecido más a Torra y ERC en la línea de su política de apaciguamiento en la que cree: una mesa de partidos con mediador para arreglar el conflicto. La oferta gustó a los independentistas pero alarmó al PSOE e indignó a la oposición. Sánchez creía en ella pero ha descubierto ahora, al leerlo por primera vez ha debido ser, que los rebeldes quieren el derecho de autodeterminación y ha descubierto, también ahora, que eso no cabe en la CE, en vigor casi tantos años como Sánchez lleva en este mundo. Ante el doble descubrimiento Sánchez ha vuelto a cambiar su verdad, la oferta de mesa con mediador, por otra verdad, renegar de la mesa. O miente o es un incompetente.

Lo grave del caso es que en ocho meses de presidencia Sánchez ha legitimado, dándoles credibilidad ante la UE y el mundo, las pretensiones independentistas aceptando que hay un conflicto político entre iguales y que se debe negociar para resolverlo. Esto es, ha desandado el camino andado con acierto por Rajoy y eso, con vistas a futuros recursos ante el Tribunal Europeo de Estrasburgo, no augura nada bueno. Y con vistas a conllevar pacientemente en casa a Torra y compañía, tampoco.