"Banderas patriotas, banderas idiotas"

Manuel Vázquez Montalbán

Siempre he creído que la palabra bandera viene de bando, de banda y no me han gustado las banderías, porque en ellas te achuchabas con los tuyos y turrabas contra los otros sin saber la razón. Siempre me he visto como el venideiro, el charnego, el maqueto, avec ma gueule de métèque, con mi carteto de extranjero, como Moustaky; pero sin problemas.

El tío Pepe se empeñaba en que le llamase Pepe, solo. Yo, canijo, no entendía de gramática; él pretendía que solo le llamase Pepe, no tío; pobre de mí, con el razonamiento simple, acabé llamándole PepeSolo. Desistió de explicármelo, tampoco tenía mucho tiempo antes de embarcar otra vez para engrasar máquinas. Me enseñó a turrar, a empujar mi cabeza contra la suya como si fuésemos machos en la berrea, algo que no entendía entonces, más tarde llegué a saber qué querían los que usaban la cabeza solo para eso, para turrar.

El tío Andrés también andaba a la mar en buques mercantes. Lo veía poco, pero el puñetero sabía de hormonas. Cuando me vio con la cara llena de espinillas me dijo que tendría que abrazar y achuchar a mi prima mayor, sin permiso previo. Algo que no haría ni con permiso, no seguiría sus instrucciones. Suponía que ya se me pasarían aquellas erupciones volcánicas y cutáneas por otros métodos, y así fue.

El caso es que en este país, y en el resto, nos pasamos la vida turrándonos y abrazándonos como locos, sin pensar que no todo se soluciona embistiendo y achuchando sin encontrar término medio; solo hace falta que alguno levante una bandera para que sus apostólicos de turno se achuchen en la marabunta.

Solo hace falta, que el que pone las banderas, las arríe para que se queden colgados de la brocha y el personal no sepa contra quién turrar o a quién abrazarse. A estas alturas, cuando lean esto, no sé quiénes estarán usando la cabeza como herramienta de embestida y quiénes estarán usándola para compartir fluidos y bacterias en el eterno abrazo.

Todos los que se abrazan con los suyos o embisten a los supuestos otros son los nacionalistas banderiles que siempre han perdido el rumbo sin saber muy bien a quién o contra quién turrar o abrazar. El caso es que me parece lo más oportuno que los turrantes de uno y otro banderín de enganche se retiren a sus cuarteles de invierno; si me permiten, varios inviernos.

Que sí, que les vendrá bien pasar una temporada sin conjugar estos dos verbos, hasta que llegue, dentro de varias primaveras, el día de la marmota; pero eso sí, si la marmota no acierta ni dice lo que tiene que decir, tendrán que seguir a la sombra de la cueva. Ya está bien de predicadores apocalípticos y de expredicadores integrados, con permiso de don Umberto. Si, de paso, se llevan a los frailes y arzobispos, banqueros espías y villarejos varios, estaré mucho más agradecido.