La formidable movilización feminista de ayer, querida Laila, debiera ser el pórtico de una apasionante primavera política. Te lo digo, porque la coyuntura electoral de este año diecinueve, seguramente por mor del destino o de los hados más que por la voluntad de los políticos, se presenta como una gran oportunidad para el renacimiento de una elemental normalización política, imprescindible para la maduración de nuestra democracia. El hecho de que en dos meses se realicen las elecciones generales y las europeas, locales y regionales favorece que se pueda producir un corte con un periodo de incertidumbre, de inestabilidad y de depuración política y se abra una especie de new deal, de nuevo reparto de cartas para continuar con normalidad el juego de la gobernación, de la democracia y de la gestión del bienestar social.

El new deal de los años 30 en los EEUU fue posible, tras el crac del 29, con la renovación del poder político en las elecciones en que el republicano Herbert Hoover fue derrotado por el demócrata Franklin D. Roosevelt, que emprendió la reforma que sacó a los americanos del pozo. Por cierto, querida, viene muy a cuento recordar que en la aplicación de la política del new deal jugó un papel muy importante Frances Perkins, la socióloga de Connecticut que se convirtió en la primera mujer que ocupó un ministerio en los EEUU, concretamente en la cartera de Trabajo. Mira tú.

En nuestro caso, tenemos esta primavera la oportunidad de conseguir un nuevo trato, un nuevo reparto del poder político en el país para un periodo de cuatro años, como mínimo, que nos posibilitaría encarar los retos económicos, administrativos y políticos que el agotamiento de un ciclo y la inestabilidad nos están obligando a retrasar peligrosamente. Debiera ser eso: un cambio de ciclo y la apertura de un espacio temporal que nos facilite abordar las grandes reformas pendientes y perentorias del propio sistema. Este nuevo reparto del poder se producirá, en la práctica, a doble vuelta: en la primera dirimiríamos el reparto del poder central y en la segunda la distribución del poder local y regional y la representación en la UE. Es esto tan así, que las elecciones municipales, europeas y regionales se producirán sin haberse conformado aún el nuevo Gobierno central salido de las generales.

Para empezar, la ciudanía debiera ser muy consciente del especial valor de su voto en esta circunstancia política y debería ponderar con cuidado a quién otorgar su confianza en cada elección concreta, porque de hecho está repartiendo el poder que va a decidir sobre sus intereses y sobre su propia vida en un nuevo periodo, puede que capital para nuestra democracia, para mantener y desarrollar los derechos arduamente conquistados y para defender y ampliar el bienestar social. Los candidatos y candidatas, por su parte, y los dirigentes políticos han de elaborar con precisión sus programas, que en esta ocasión han de concretarse en los cuatro ámbitos en los que se van a aplicar. Han de decirnos con claridad qué quieren y proponen para Europa, para España, para la comunidad autónoma y para el municipio. Han de explicarnos a qué reformas constitucionales e institucionales aspiran y qué alianzas están en disposición de establecer. Y han de dejarse de mentiras, hipérboles, atajos y marrullerías que son fruto del ambiente de corrupción y deturpación interesada de la política que se ha creado y que ha deteriorado muy gravemente la calidad democrática y el funcionamiento de nuestras instituciones.

Estamos, pues, ante una oportunidad, pero solo oportunidad que, querida, podemos aprovechar o podemos tirar insensatamente por la borda. Otra vez.

Un beso.

Andrés