Buen día, señoras y señores. Aquí seguimos, pendientes de una actualidad cada vez más atrabiliaria, cuyo seguimiento nos pone los pelos de punta más de una vez. Y es que, así como es fácil imaginar un día a día más armónico, sosegado y exento de tantas violencias... ¿por qué es tan difícil que este se materialice? Al goteo continuo, horrible e insoportable, de víctimas de la violencia machista, se unen otros problemas enquistados que nos dibujan, en conjunto, un país en las garras de quien se encuentra atrapado por su propia ignorancia y frustración. Serán unos pocos, sí, pero el eco de sus acciones está demasiado presente. Y es que bastan pocos para destrozar la convivencia y el mañana de cualquier sociedad.

A la sangría de tantas mujeres que sufren en carne propia que alguien diga amarlas cuando lo que quiere es disponer férreamente de sus vidas y sus voluntades se suman, como digo, otras realidades no menos inquietantes. Tomen nota de la constante aparición en prensa de agresiones de componente claramente homófobo „ojo, delito tipificado especial y expresamente en nuestro Código Penal„, que ha tenido una nueva presunta víctima en León, siendo esta un joven de 23 años apaleado por un grupo de vociferantes guardianes de no sé qué. Déjenme que diga presunta porque el caso está todavía pendiente de las pesquisas y conclusiones de los investigadores, pero a tenor de las imágenes que se han filtrado „hoy casi todo se graba con el terminal personal móvil„ no me caben muchas dudas sobre el particular.

Cabría suponer que lo uno y lo otro, y toda una colección de otras violencias que se nos antojan indigestas cada mañana en los tabloides, son fruto de la casualidad. Del mero devenir de la existencia. Y, sin embargo, déjenme que reivindique otra tesis, bastante contraria a esta. Y es que, para mí, tal estado de las cosas tiene que ver con el empeño personal de una parte de esta sociedad „pequeña, pero organizada, y cada vez más„ en instaurar una especie de "moral de aquella manera", en la que con la boca pequeña se dice ser abiertos a esto, a lo otro y a lo de más allá pero, siempre que se tiene la cuestión a tiro, se aprovecha para incitar de alguna forma a todas estas violencias. Esta parte de la sociedad, después de muchos años fuera de juego y embebida en otras opciones de carácter mucho más abierto, ahora se ha hecho mayor, se ha independizado y, como parte de su propia estrategia de crecimiento „en los tumores malignos esto se denomina angiogénesis, y tiene que ver con la organización de la red capilar alrededor de las células mutadas para poder alimentarlas„ necesita recrudecer su mensaje. Porque un mensaje light simplemente les hundiría en el conjunto, en la medianía, y solamente con la esencia más dura de su propia aberración comunicativa pueden tener ciertos visos de éxito.

Obviamente, me refiero a este peligroso discurso „en términos de derechos humanos, libertades individuales y derechos socioeconómicos de las personas„, cuyos cantos de sirena son comprados „y esto no deja de ser paradójico„ por muchos de los excluidos del sistema. Gentes a las que se les dice que bajo tal ideología todo cambiará, para mejor, cuando están en una situación personal mala, como patente de corso para un discurso que en realidad les excluiría aún mucho más. Vivir para ver...

Miren, sembrando vientos solamente se cosechan tempestades. Y, por eso, todos los agoreros que rezuman frustración, rabia contra los demás, empeño en reducir la esfera jurídica de terceros por razones relacionadas con la ideología propia o que exigen cuestiones tan peregrinas como reinstaurar religiones monolíticas e imbricadas con el Estado, son en parte responsables de determinados brotes de violencia. Y todo ello aunque tales execrables actos no los hayan perpetrado con sus manos. Pero sí con su palabra, con su discriminación latente o franca, con su discurso claramente excluyente y con su asunción, basada en postulados nada científicos, de que hay personas de primera, de segunda, de tercera y hasta de cuarta.

Son malos tiempos para la lírica, ya lo sé. Pero los que hemos nacido trovadores no podemos más que pedirles a nuestros congéneres que se aparten de lo costumbrista y ligado a intereses concretos o a tradiciones nunca revisadas, limpiando su mirada para abrazar lo esencial y lo estratégico, lo importante y lo relacionado con los intereses de todos, mucho más allá de lo meramente operativo y esperable. La vida de cada uno de nosotros es breve, amigos. Y todos, únicos e irrepetibles, podemos aportar a un necesario avance imparable, quizá no únicamente en la dirección y sentido con el que hoy se identifica unívocamente tal evolución, que nos está llevando indefectiblemente hacia la soledad. No. Debemos avanzar hacia el entendimiento y la pluralidad, el respeto, el conocimiento y la refundación de una sociedad mucho más volcada en la resolución de los grandes retos individuales y colectivos. Ojalá.