Leí la noticia de la venta del Volvo blindado de Fraga, pero fue en un programa radiofónico cuando enganché con el tema a propósito de los recuerdos de los oyentes sobre sus coches, la mayoría hablaban de su primer y ¡glorioso! automóvil. Mi sobrina, que se marca por los 50 años, ya ni se acuerda, pero yo no olvidaré la gesta de haber coronado en aquel verano del setenta y tantos, con mi primer Ford Fiesta cumbres de los Pirineos, campo a través, por pastizales, sendas de pastores y bajando por pendientes donde, en invierno, quedan las pistas de esquí de la Masella, para pasar de la cara sur a la cara norte de la sierra del Cadí y llevar a mi sobrina Belén a conocer el valle de la Cerdaña y comer en Puigcerdá, cuando aun no se había realizado el túnel del Cadí (Barcelona), yendo desde Bagá donde la recogí pues ella pasaba unos días de acampada colegial, hasta Llivia, enclave español en medio de terreno francés. Y luego, por la tarde, la vuelta a su campamento pero esta vez ya por la carretera normal. Dije que ya ni se acuerda, sino vagamente, pero yo lo revivo como si fuese hoy y aun siento los raspones de las piedras en los bajos del coche.