Me van a tener que disculpar el despiste, pero creo que he viajado en el tiempo y he vuelto al siglo pasado. El viaje me lo ha pagado Vox. Desde que este partido de ultraderecha ha irrumpido en la vida política se me ponen los pelos como escarpias cada dos por tres. Con una estrategia muy bien elaborada los ultraderechistas han conseguido que se vuelvan a debatir asuntos que parecían superados. De repente, el tema del aborto vuelve a estar en el discurso político, lo que quiere decir que en la calle también se escucha el runrún. Por no hablar de la Ley de Violencia de Género o los derechos de los homosexuales. ¿En serio? ¿De verdad? Un puñado de ultraderechistas con menos de dos neuronas en el cerebro incapaces de hacer una sinapsis en condiciones está consiguiendo que el papel de la mujer en la sociedad vuelva a ponerse en entredicho. A los intransigentes les ha costado poquísimo poner en marcha una simple palabra, como feminazis, para meternos a todas en el mismo saco. No me considero feminista, ni machista ni ningún ista me define. Soy una mujer libre que quiere formar equipo con los hombres y las demás mujeres. Vox quiere enfrentarnos y por eso regala billetes para viajar al siglo pasado. Y de allí es difícil volver.