Argel está más cerca de Madrid que Rabat y si las cosas se ponen muy mal nos vamos a llenar de refugiados. Solo por esa razón hay que prestar atención a lo que allí ocurre, aunque también hay otras: Argelia es el mayor país del continente, tiene ingentes reservas de gas (que nos envía), maravillosas ciudades (Constantine, Ghardaia..), bellos paisajes (Tassili), y una apreciable influencia política y diplomática en África. También tiene a Al Qaeda merodeando por su frontera sur. Pero Argelia no ha sabido recorrer el camino hacia la democracia que fue usurpada en la misma independencia por quiénes la hicieron posible, desde el Frente Nacional de Liberación hasta el mismo ejército. Por eso se ha dicho que "todos los países tienen un ejército, menos Argelia donde un ejército tiene un país". Y así ha ocurrido hasta hoy mismo con la presidencia de Abdelaziz Bouteflika que llegó al poder hace veinte años tras el llamado "Decenio negro", una terrible guerra civil desencadenada tras el golpe de Estado militar que siguió a la victoria del Frente Islámico de Salvación de Abassi Madani en las elecciones de 1991 y que se saldó con 200.000 muertos. Fue esa salvajada la que probablemente hizo que en Argelia no prendiera la mecha de la Primavera Árabe que derribó a Ben Alí en Túnez, a Gaddafi en Libia y a Mubarak en Egipto, por citar tan solo a los vecinos.

Pero resulta que hoy, con el 70% de la población menor de 30 años, la gesta de la independencia es un cuento de abueletes, no han vivido el "Decenio negro" y en consecuencia no tienen memoria de la épica de la primera ni de las tragedias del segundo. Sus preocupaciones son más próximas: quieren trabajo, quieren libertad y no aceptan que septuagenarios y octogenarios corruptos les cuenten milongas mientras se perpetúan en el poder y no solucionan los problemas que les agobian en su vida diaria. La chispa que ha prendido la mecha de la revuelta popular, hasta ahora pacífica y sin líderes, ha sido la pretensión de Bouteflika de presentarse a un quinto mandato cuando sufrió un ictus cerebral en 2013 y desde entonces tiene facultades muy mermadas y además padece afasia y no se le entiende nada de lo que dice, aunque su vida no parezca correr peligro a corto plazo. Desde entonces el poder, " Le Pouvoir" como dicen los argelinos con un cierto temor reverencial, está en manos de una extraña camarilla que le rodea, que no permite que nadie se le acerque y de la que forman parte familiares, militares y empresarios poderosos que mangonean el país en nombre de un presidente que no se entera de casi nada y que tienen todas las razones del mundo para desear que las cosas no cambien.

Cuando comenzaron las manifestaciones, esta camarilla pretendió asustar al personal recordándole los años de guerra con los islamistas y diciendo cosas como que también en Siria se empezó con manifestaciones pacíficas... Pero la gente no se ha acobardado y su presión ha obligado a que el presidente renuncie al quinto mandato, destituya al impopular primer ministro Benyahia, anuncie una reforma constitucional (en teoría antes de fin de año) y posponga las elecciones (previstas para el 18 de abril) a un futuro indeterminado, mientras él sigue un par de años más en el poder. Me da la impresión de que Le Pouvoir ha decidido sacrificar al hombre para intentar salvar al régimen... y a ellos mismos. Con esta maniobra habilidosa „pero fraudulenta„ la camarilla que rodea al viejo Bouteflika trata de evitar una transición y de ganar tiempo para buscar un sucesor que no ponga en peligro sus intereses, de manera que todo cambie en apariencia para que en el fondo nada lo haga y todo siga igual. Como en El gatopardo de Lampedusa. Por eso lo concedido no es lo que la gente pedía en las calles, unas elecciones transparentes y un gobierno de transición elegido por el pueblo. Y éste, que no es tonto, sospecha que le están tomando el pelo con un proceso que estará trucado y gestionado desde el mismo poder por gentes como Said Bouteflika, hermano menor del presidente, y por el general Ahmed Said Galah, viceministro de Defensa (el ministro es el presidente) y hombre fuerte del ejército.

Aquí se enfrentan tres polos: el régimen, los partidos políticos y el pueblo, que no se hablan entre sí. Como los partidos están totalmente desprestigiados porque han jugado el juego de la corrupción y aceptado durante años las migajas que les arrojaban desde el palacio presidencial, el temor actual de la gente es que sea el ejército el que pretenda rellenar el vacío cogiendo públicamente un poder que en realidad siempre ha tenido entre bambalinas. Esta es hoy la opción que más preocupa a los argelinos que siguen manifestándose pidiendo libertad y democracia casi setenta años después de haber conseguido la independencia, y en este sentido no deja de llamar la atención el silencio con en que los gobiernos occidentales siguen los acontecimientos. Inseguros de lo que va a ocurrir prefieren guardar sus bazas. Realpolitik, le llaman a eso.

Por mi parte creo que lo ocurrido esta semana no resuelve el problema ni atiende a las demandas del pueblo, que se ha vuelto a manifestar masivamente este viernes, sino que simplemente aplaza su solución dando una patada hacia adelante a la lata. Esta partida está lejos de haber terminado.