En la tarde del 2 de noviembre de 1901, una pobre muchacha que acababa de llegar de una remota provincia andaluza, y que no conocía aun el acto realizado por los más prestigiosos representantes de la Generación del 98, iba sola y enlutada al cementerio de San Nicolás en busca de la tumba del maestro Mariano José de Larra.

A Carmen de Burgos (1867-1932), como tantas otras, a los 16 años la casan con uno de 30, el periodista Arturo Álvarez Bustos, un calavera ocioso, señorito juerguista del que solo aprende el oficio de periodista. Una boda fracasada, se separa (1898) y lo relata en La malcasada (1923). A partir de ahí se dedica a la enseñanza para tener la solvencia económica, consigue ganar 1500 pesetas anuales, y la integración en la sociedad, algo que Carmen defendió siempre para ser una mujer independiente. Se considera heredera de Larra y compañera de los hombres de la supuesta generación del 98; comienza su labor periodística con el pseudónimo de Colombine reivindicando la ley del divorcio, el voto de la mujer y la República. Ya en Madrid funda la Revista Crítica en la que colaboran Zamacois, Salvador Rueda, Juan Ramón, Hoyos y Vinent, Cansinos-Assens y Ramón Gómez de la Serna, entre otros. Es una verdadera polígrafa, narraciones, ensayos, artículos? la primera mujer con columna fija en un diario, la primera corresponsal de guerra (Melilla 1909). Feminista reconocida nacional e internacionalmente, defiende el voto de la mujer en 1921, la ley del divorcio y la abolición de la pena de muerte. Vivió con Ramón Gómez de la Serna „20 años más joven„ una historia de amor y literatura que duró otros 20 (1909-1929), una relación libre, en la que explota la tragedia de la diferencia de edad ¿dónde se ha visto eso? Solo la maldita bohemia de la "mujer fatal" podría ser capaz de admitirlo. Ninguno de los dos busca nuevas ataduras, solo escribir en la misma mesa y compartir borradores mientras la incomprensión de las pautas pacatas arreciaban, solo se les conoce una foto juntos, llegaban separados a los actos, a hurtadillas.

Convivieron en París, Nápoles y Estoril hasta que la fugaz relación de Ramón con María, hija de Carmen, provocó una ruptura no definitiva. ¿Que buscaba Ramón? La madre protectora para un escritor primerizo que le guiara. Carmen era progresista radical, regeneracionista, europeísta. Aquel Ramón juvenil e iconoclasta se entregó al arte puro, reaccionario para muchos, publicando el futurismo de Marinetti. La greguería será su mascota y Carmen la musa moderna y progresista de un conservador que abraza el peronismo y visita innecesariamente el Pardo en 1949.

Estos liberales de hoy, conservadores sin duda, quizá tengan que leer Quiero vivir mi vida (1932, dedicada a Gregorio Marañón) y La mujer moderna y sus derechos (1927), censurada por Franco en la inmediata posguerra. Estos jovenzuelos gazmoños, si leyesen „que no es el caso„, quemarían sus obras.