Reconozco, querida Laila, que vuestro movimiento feminista es un potente mar de fondo de enorme fuerza y recorrido largo. Así lo han captado los principales partidos pero, en mi opinión, más para defenderse, vergonzantes, del feminismo que para asumir de verdad sus reivindicaciones. Observa que todos los partidos con más o menos acierto, coherencia y verosimilitud se proclaman defensores de vuestros postulados. Más de unos postulados que de otros, pero dicen que defienden la igualdad, los derechos de la mujer y prometen atacar la violencia machista y el maltrato. Sin embargo creo que, en realidad, las cúpulas políticas se ahogan en sus contradicciones y están mucho más lejos del feminismo que sus bases y mucho más aún que la ciudadanía. Porque, amiga mía, siendo duro y grueso el techo de cristal con que la sociedad en general frena vuestras aspiraciones igualitarias y vuestra legítima y deseable participación en la gestión de lo privado y de lo público y en el reparto equitativo del poder, ese techo de cristal es todavía más grueso en la política, por mucho que cacareen otra cosa los líderes de turno. De hecho, después de cuarenta años de democracia y de presión feminista creciente, todavía no será posible que en España sea presidenta una mujer. Ninguna es cabeza de lista en ningún partido con posibilidades. Las proclamas profeministas de estas formaciones solo son la seda con que se viste la mona, para lucir bonito en el baile de máscaras electoral. Ver, el 8-M, a los líderes machos de los partidos sentando cátedra sobre la mujer y sus cuitas con un grupo decorativo de mujeres detrás, calladas y reverentes, no me digas que no fue patético.

La periodista Pepa Bueno señaló lúcidamente cómo los principales líderes políticos han tenido y tienen "al lado", pero "ligeramente detrás" a notabilísimas mujeres que les sacan las castañas del fuego en el día a día, se tragan los marrones y están "preparadísimas para la sangre, el sudor y las lágrimas", que viene a ser en lo que se quedan tantas promesas y ofertas electorales. Cita la periodista a Teresa Fernández de la Vega, Soraya Sáenz de Santamaría, Carmen Calvo, Irene Montero o Inés Arrimadas y cabría añadir a Andrea Levy. Es decir, mujeres que casi siempre valen bastante más que sus jefes, pero a las que estos jamás permitirán atravesar el techo de cristal sobre el que ellos se sientan para ejercer el poder. Hay que decir que ni los líderes, ni sus corifeos, ni sus portavoces ahorran halagos y adulaciones a estas mujeres pero se han cuidado mucho de que el grueso techo de cristal de la política se traspase. Halagos estos que son buena muestra del machismo más condescendiente. Lo que me recuerda, querida, un presunto poema con que aquel jesuita franquista y rapsoda famoso en su época, el padre Cué, halagó los oídos de Carmen Polo en el Hostal de los Reyes Católicos y que se titulaba, fíjate tú: Siempre medio paso atrás. Como ves, amiga mía, las cosas no han cambiado tanto desde ese franquismo que no somos capaces de exorcizar.

Tras las elecciones de abril, pues, tampoco se romperá el grueso techo de cristal de la política en lo que a la presidencia del Gobierno se refiere, pero creo que a ese techo le quedan dos telediarios. Las grietas en el bloque de cristal son patentes, cada día se abren más y más se abrirán tras estas elecciones, sea cual sea el resultado, porque la ciudadanía, fundamentalmente las mujeres, ya no soportan la desigualdad, la exclusión, la condescendencia, el postureo y mucho menos, claro está, la violencia machista en todos sus grados y formas. Y además, querida, tampoco cuelan ya sutilezas o argucias para sostener el patriarcado. Tan oneroso.

Un beso.

Andrés