Buena jornada, señores y señoras. Hoy quiero hablar con ustedes en términos de algo que es verdaderamente importante en nuestras vidas. Mucho más allá de los temas y temillas de actualidad, muchos de ellos de una relevancia más bien escasa, la cuestión que traeré hoy a colación es realmente un factor clave de éxito no ya del buen desarrollo de nuestros planes de todo tipo, sino de nuestra propia supervivencia. Hoy, amigos, quiero hablarles del agua.

Y no lo hago por casualidad, sino porque ayer „una vez más„ tuvo lugar la celebración del Día Mundial del Agua. Este hito instaurado por Naciones Unidas, como todos los 22 de marzo, nació para llamar la atención de la importancia que tiene el líquido elemento en nuestras vidas, fomentar las buenas prácticas en torno a él y reivindicar el acceso global a tal recurso, imprescindible para la vida.

Este año el lema de dicha jornada fue No dejar a nadie atrás, en consonancia con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Y sí, no se sorprendan ustedes de que haya que plantear algo así a día de hoy. En nuestros tiempos, con el siglo XXI ya bien rodadito, hay muchas personas que, directamente, no tienen acceso al agua potable. Es más, perecen hoy más niños en el mundo cada día por no tener acceso al agua potable, lisa y llanamente, que por cualquier tipo de violencia, tal y como denuncia Unicef. Estarán de acuerdo conmigo, entonces, que carecer de acceso a tal recurso es, en sí, una forma de violencia.

Y más desde 2010, en que el derecho al agua potable fue reconocido como inalienable de la persona. Un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos. Y es que estarán de acuerdo conmigo en que, sin agua, esto no es posible. Pues tomen nota: son millones las personas que viven hoy al margen de una disponibilidad suficiente de agua potable. Refugiados, desplazados, personas que moran en infraviviendas sin ningún tipo de infraestructuras, las que lo hacen en zonas remotas sin acceso a un agua que no les dañe, y un largo etcétera. Y a las personas que más o menos estructuralmente sufren esta realidad cada día hay que añadir las que, de una forma más temporal, llegan a esa situación por desastres de todo tipo o causas sobrevenidas. Y, les aseguro, unas y otras no son pocas. Son muchísimas.

La situación, agravada por la contaminación y el cambio climático, es suficientemente grave como para no perderla de vista. Dos tercios de la población mundial padece escasez grave de agua al menos durante un mes al año. Y, en las capas de población que más sufren el desastre de un inadecuado acceso al agua potable, siempre están los más vulnerables. Fíjense, más de setecientos niños mueren cada día en el mundo por diarreas u otros procesos asociados a la falta de agua segura. Muertes evitables con bien poco, pero que en un contexto desfavorable es imposible detener.

Bueno, pues así están las cosas del agua, amigas y amigos. Algo que aquí, por aquello de que somos unos privilegiados en tal sentido, casi ni percibimos como un problema, pero que supone uno de los elementos más críticos para muchos grupos humanos, muy presente en el día a día. Ya les he contado más de una vez que, volviendo de Tanzania hace unos años, pasé unas cuantas semanas "adorando" los grifos de mi cocina y mi cuarto de baño. Y es que donde yo estuve aquello era, sencillamente, galáctico. Inalcanzable. Pues bien, hoy sigue siendo así para muchas personas.

Algún experto dijo hace tiempo que las guerras del futuro tendrán en el acceso al agua potable su leit motiv. Pues no se extrañen. Antes muere una persona por no disponer de agua segura, que por no comer, lo que nos hace muy dependientes del agua potable, por encima de cualquier otro tipo de insumo. Antecedentes ya hay en la Historia relacionados con violencia e indisponibilidad de agua. Ojalá hayamos aprendido la lección, y seamos capaces no solo de incorporar a más y más personas, buscando la globalidad, a los beneficios de la disponibilidad de agua segura, sino también de cuidar la calidad de tal servicio donde ya se dispone de ella. Esto, en un contexto de contaminación de acuiferos y de cambio climático, con una población mundial creciente, es todo un reto.

Cuiden de su agua, lo que es lo mismo que cuidarse ustedes. Mímenla cuando salga de sus grifos. Adórenla cuando utilicen la cisterna de sus retretes. Idolátrenla cuando la beban. Y quiéranla y valorenla cuando esta les permita abordar su higiene diaria. Yo lo hago cada día, se lo aseguro. Quizá les parezca friki o sobreactuado, pero de verdad que no es así. Disponer de agua segura, potable, refrescante y buena cada día es, casi, magia...