En una reciente estancia en La Coruña para participar en un Seminario Internacional sobre su obra, organizado por la Universidad, Vargas Llosa declaró que "el gran problema de nuestro tiempo no es la censura, es la mentira disfrazada de verdad". Si lo miramos desde la perspectiva de las libertades de expresión y de información, estoy totalmente de acuerdo con la opinión el Nobel de Literatura.

Gracias a una jurisprudencia favorable a las mencionadas libertades, reguladas en el artículo 20 de la Constitución, las cuales los tribunales las han hecho prevalecer por lo general sobre los límites de otros derechos fundamentales de carácter individual, como el derecho al honor y similares, lo cierto es que hoy nadie puede afirmar seriamente que en España no gozamos de las libertades plenas de expresión y de información. Pero así como en la Constitución el derecho a expresar y difundir libremente las ideas y pensamientos se reconoce sin cualificación ulterior alguna, el derecho a comunicar libremente información se modula con el rasgo de que ha de ser "veraz".

Requisito éste de la veracidad que, según el Tribunal Constitucional, tiene carácter prevalente o preferente por su finalidad de formar una opinión pública libre, indisolublemente unida al pluralismo político propio del Estado democrático. Por otra parte, el citado precepto constitucional es interpretado en el sentido de que se exige la veracidad subjetiva, es decir que el informante haya actuado con diligencia; esto es, haya contrastado la información de forma adecuada a las características de la noticia y a los medios disponibles. La razón de ello es que de requerirse la verdad objetiva se haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información.

Pues bien, a pesar de que la información debe ser veraz, aunque sea subjetivamente, lo cierto es, como ha señalado Vargas Llosa, que hay un impacto indiscutible de las "posverdades", que son mentiras que tienen apariencia de verdades, que se difunden y tienen un efecto sobre el conjunto de la sociedad.

Aunque las expresiones "posverdad" y "mentiras disfrazadas de verdad" se han impuesto en el lenguaje corriente, personalmente prefiero hablar de "noticias inventadas". Porque más que "desfigurar", "disimular" o "enmascarar" una noticia para darle la apariencia de verdad, lo que hace el generador de la noticia falsa es simplemente inventarla: "fingir que ha sucedido un hecho falso". Y es que el hecho de que tenga éxito la aparente veracidad de la noticia inventada no es, a mi juicio, consecuencia tanto de que se presente disfrazada de verdad, cuanto de la propia credibilidad general que todavía atribuye en nuestros días la ciudadanía a los medios de comunicación y a las propias redes sociales.

Con lo que antecede quiero decir que los que vienen adoptando una actitud socialmente inadmisible son los que inventan el hecho falso y, aprovechándose de las libertades de expresión y comunicación, lo difunden por los medios y la red, como si fuera cierto. Lo intolerable es que su reprochable conducta no se limita a inventar una noticia y a difundirla, sino que abusan además de la confianza que deposita la ciudadanía en lo publicado, sea en los medios o la red.

El asedio actual de noticias inventadas que sufre la crédula ciudadanía, aunque se da en otros mundos, como por ejemplo el fútbol, donde ha adquirido el carácter de arma usual es en la lucha política. Y como un ejemplo vale más que mil palabras, vean lo que ha sucedido con la muerte en Madrid de un mantero de color denominado Mame Mbaye. El 15 de marzo de 2018 en uno de los extremos de la calle del Oso falleció el citado mantero, de origen senegalés, por un fallo cardiaco, a pesar de los reiterados intentos de reanimación por parte de la Policía Municipal.

Pues bien, un supuesto sindicato de manteros colocó recientemente una placa, aunque de cartón pluma, no de metal, en la indicada calle que dice: "En esta calle murió el 15 de marzo de 2018 Mame Mbaye víctima del racismo institucional del Estado español". El grupo municipal del PP había registrado una moción de urgencia para debatir una proposición y quitar esta placa no oficial, pero los votos de Ahora Madrid (formación que apoya a la alcaldesa Manuel Carmena) y del Partido Socialista tumbaron la iniciativa sin ni siquiera permitir el debate. Como puede fácilmente advertirse, por razones políticas se permite una placa que reproduce el bulo, consentido por el gobierno municipal de Madrid, de que Mame Mbaye fue víctima de la violencia racista del Estado español, cuando lo cierto es que murió de un infarto fruto de una persecución policial.

Aunque nos dicen que vivimos en la era de la información, lo cierto es que estamos asediados por una maraña de noticias, unas verdaderas y otras falsas, que el vertiginoso desenvolvimiento de la vida moderna, nos impide, no ya de seleccionar, sino deslindar una de otras. Todo lo cual está dificultando la formación de una opinión pública libre, que es imprescindible para el pluralismo político propio del Estado democrático al que alude el apartado 1 del artículo 1 de nuestra Constitución.