No contento al parecer EEUU con haber creado el caos en Oriente Medio y un país del Magreb con sus ilegales intentos de cambio de régimen, ahora viene Donald Trump a rematar la tarea, incendiando aún más la ya de por si explosiva región.

Convertido cada vez más en rehén de su más firme aliado en la región, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Trump ha proclamado que es hora de que el mundo reconozca la soberanía del Estado judío sobre los altos del Golán: un trozo de tierra arrebatado a Siria.

Ese territorio fue ocupado por Israel en el transcurso de la llamada Guerra de los Seis Días (1967) y anexionado en 1981, hecho que condenaron las Naciones Unidas, esa organización multilateral de cuyas resoluciones se burla continua e impunemente, gracias a Washington, el Estado judío.

¿Con qué autoridad moral, después de ese anuncio sobre el Golán, va a poder seguir condenando el Gobierno de EEUU la anexión rusa de Crimea y amenazando con sanciones a las empresas europeas o de cualquier otra parte que negocien con la Rusia de Vladimir Putin?

No le bastó al parecer a Washington destruir un país entero como Irak y provocar con ello un éxodo masivo y oleadas de refugiados, sino que está dispuesto a echar más gasolina al fuego.

En su obsesión por acabar con el odiado régimen de los ayatolas, astutamente alimentada por Israel y la feudal Arabia Saudí, el equipo de halcones del que se ha rodeado el presidente más ignorante de la historia de EEUU no tiene la intención de pararse ante nada.

Y si todo ello provoca una nueva oleada de refugiados, con consecuencias desastrosas no solo para toda la región, sino también para esa Europa a la que, en su insufrible soberbia, el político republicano tanto desprecia, ¡que se aguanten los europeos!

Acusan muchos a Rusia de intentar dividir a Europa a base de manipular elecciones, pero esos mismos críticos nada dicen de cómo las irresponsables políticas de la Casa Blanca alimentan los populismos nacionalistas y la xenofobia anti-árabe también entre nosotros.

Es, por otro lado, un sarcasmo que los medios sigan hablando de un "plan de paz palestino-israelí", en el que trabaja el yerno judío de Trump y que no es sino un pretexto para que Israel gane tiempo y siga ocupando tierras palestinas y construyendo allí impunemente nuevos asentamientos.

Después del reconocimiento por Trump de Jerusalén como capital de un Israel anexionista, al que duda si sumarse ese gemelo que le ha salido al Donald en Brasil, el ultra Jair Bolsonaro, su pronunciamiento a favor de un Golán israelí amenaza con provocar un nuevo incendio, cuyas consecuencias sufrirán, sufriremos, como siempre otros.