La obsesión de los demócratas de EEUU de ver la mano de Rusia en la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca puede pasarles ahora factura una vez supuestamente exonerado el republicano de la acusación de haber ganado las presidenciales gracias solo a Vladimir Putin.

Con demasiada precipitación tal vez, Trump y los suyos cantaron victoria después de que el fiscal general, nombrado por el presidente, enviase una carta al Congreso explicando que en la investigación de la supuesta trama rusa „el llamado informe Mueller„ no se había encontrado nada que apuntase a una conspiración entre aquél y Moscú.

El Partido Demócrata no ha querido reconocer hasta ahora que aunque en el fracaso de su candidata frente a Trump tal vez tuvieran algo que ver las supuestas injerencias rusas, influyeron seguramente más otros factores como la impopularidad de Hillary Clinton, considerada elitista y alejada de la gente por muchos de sus compatriotas.

Tan solo las maniobras de la dirección demócrata, reveladas gracias a Wikileaks, impidieron que quien se enfrentase finalmente a Trump en la batalla por la Casa Blanca fuera Bernie Sanders, un autoproclamado socialista más popular que Clinton, sobre todo entre los jóvenes, pero del que desconfiaba profundamente el establishment del partido.

Desde entonces, no solo el Partido Demócrata, sino también los medios más liberales como los diarios The New York Times, The Washington Post o la cadena de televisión CNN no han dejado pasar prácticamente un día sin atribuir la victoria electoral de Trump exclusivamente a los hackers y troles al servicio del Kremlin.

Pero ahora, acabada la investigación sobre esa supuesta injerencia exterior y sin esperar a que el Congreso conozca, como éste reclama, el informe completo de Robert Mueller, el vicepresidente, Mike Pence ha proclamado tajante: "Tras dos años de investigación y temerarias acusaciones por parte de demócratas y medios de comunicación, el fiscal especial ha confirmado lo que Trump lleva mucho tiempo diciendo: que no hubo conspiración en la campaña".

Naturalmente se impone el escepticismo aunque solo sea porque el encargado de resumir el informe Mueller ha sido el fiscal general, William Barr, alguien con claro interés en exonerar a Trump ya que el año pasado escribió a su vez otro informe para el Departamento de Justicia en el que criticaba el hecho de que se investigara al presidente.

Los demócratas lógicamente no se contentan con la carta resumen de Barr e insisten en ver el informe completo, sobre todo habida cuenta de que el fiscal especial ha acusado a varios individuos, entre ellos 25 agentes de los servicios de inteligencia rusos, que con seguridad no van a comparecer ante ningún tribunal norteamericano.

Hay además hechos sospechosos como el de que el presidente se reuniese el pasado verano en Helsinki con Putin en ausencia incluso de sus más estrechos asesores y sin que exista ningún documento, aunque sea secreto, de lo tratado, bien fuesen cuestiones políticas o eventuales proyectos inmobiliarios del republicano „¿acaso una torre Trump?„ en la capital rusa.

Y está sobre todo una acusación tan grave como la de obstrucción de la justicia por parte de un presidente algunos de cuyos principales colaboradores han sido ya condenados a distintas penas de prisión por intentar sacarle las castañas del fuego. Entre ellos, su exabogado, que pagó en su nombre a dos mujeres con las que Trump tuvo relaciones adúlteras para que el conocimiento de ese hecho no influyese en su campaña.

En lugar de centrarse casi exclusivamente en la supuesta trama rusa, habrían hecho mejor los demócratas en atacar a Trump por su deslealtad con socios y aliados, por provocar el caos en la política y el comercio mundiales, por incumplir los compromisos internacionales, por sus mentiras a Hacienda, por confundir política y negocios privados, por sembrar dudas sobre sus propios servicios de inteligencia, por no respetar la división de poderes y desprestigiar continuamente a la institución que representa. Esperemos que para las próximas elecciones hayan aprendido la lección.