Ha elegido el presidente de México el momento menos idóneo para exigirle al jefe del estado español, Felipe VI, que pida públicas disculpas por las matanzas sufridas cuando Hernán Cortés llegó a sus tierras hace ahora 500 años y fundó Veracruz. Nos ha pillado Andrés Manuel López Obrador un pelín con el paso cambiado. Con lo entretenidos que estábamos en el duelo de estilos entre las primeras damas de Argentina y España en la visita oficial de los Reyes a aquel país. Esa es nuestra guerra, y en eso consiste nuestra política exterior: en que nuestra reina epate vestida de Zara en los cócteles y que no nos cuenten mucho más de lo que se dirime en esas visitas, que nos importa un bledo. La petición ha caído como una bomba en las ardientes redes sociales hispanas y en la recalentada campaña electoral, y ha obligado a muchos a buscar en Wikipedia el nombre del conquistador, para dilucidar rápidamente si conviene ponerse de parte del español, como en Eurovisión, o de los agraviados mexicanos; si los primeros pobladores de México son víctimas olvidadas de la historia, o si se meten con el marido de Letizia porque no se atreven con Donald Trump y su muro anti espaldas mojadas. Dale me gusta si vas con Descubrimiento, o púlsalo si lo consideras un Genocidio. Con una fuerza política de ultraderecha que ha expresado su deseo de impulsar nuestra propia Asociación Nacional del Rifle, y un PP cuyo líder responde a preguntas de los niños que la caza se practica "para que los animalitos no se pongan enfermos" me temo que la solicitud de reparación de López Obrador le van a faltar fans. El Gobierno socialista la ha rechazado por "extemporánea", alegando que no se pueden aplicar a aquellas gestas los actuales parámetros de respeto por los derechos humanos, y solo Podemos ha reclamado que se acepte el envite de la nación norteamericana y se entone el mea culpa. Tanto se ha insultado al mandatario azteca que me ha brotado la compasión que no tuvieron los dominadores por los primeros habitantes de su país.

Vaya por delante que cuesta mucho menos pedir perdón por algo que nuestros ancestros hicieron hace cinco siglos, como exterminar indígenas y despreciar culturas, que por lo que hacen esos a los que hemos votado hace un par de años, verbigracia vender armas a Arabia Saudí. Nos solicitan, entonces, algo relativamente simple y que además otros estadistas hicieron antes sin ningún coste político, y con mucha ganancia en materia de imagen. Canadá, su líder Justin Trudeau, se disculpó con los judíos a los que no acogió en la Segunda Guerra Mundial. Theresa May pidió perdón de parte del Reino Unido a 12 líderes de países caribeños por el trato que se dio a sus ciudadanos tras ese mismo conflicto. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ofreció sus excusas por los argelinos torturados y asesinados durante su guerra de la independencia.

Japón lamentó oficialmente la sanguinaria ocupación de Corea del Sur. El papa Francisco se dio golpes de pecho por el trato dispensado a los primeros habitantes de Bolivia, y ahora ha sido conminado por el presidente mexicano a repetir gesto. Pero aquí no nos encontramos en el momento adecuado, tampoco 500 años después, para que nos cuenten la historia desde el otro lado del arcabuz. Somos los mejores y tenemos razón, hoy, mañana y por supuesto, ayer.