Alguien decidirá su voto en las generales por los descubrimientos de Suárez Illana, por el ridículo duelo de miradas de Aznar y Abascal, por la gran torpeza de Borrell, por los viernes sociales del Consejo de ministros o por la reaparición de Iglesias a la grupa de Villarejo. Otros votarán por el más guapo o por la más vistosa del barrio. Pero habrá, es mi caso, quien vote en función de cómo los partidos piensan abordar el independentismo en Cataluña porque es el asunto más importante y urgente en la agenda política española de los próximos cuatro años. El PSOE tiene el máximo interés en silenciarlo en la campaña como parte de su política de apaciguamiento y para obtener, de nuevo, el apoyo del independentismo para gobernar. Sánchez no puede rechazar de plano sus exigencias porque perdería su apoyo y acaso el de Podemos y el PNV. Y además, porque mientras un sector del PSC coincide con Iceta en que si el voto independentista sube y sube habrá que darle una salida, los mandones socialistas, los Lambán, García Page, Susana Díaz, Vara, y cientos de miles de votantes le enseñarían los dientes. Por eso lo mejor es correr un tupido velo sobre este asunto durante la campaña, ser investido de nuevo como en mayo y luego ya se verá.

Sánchez tiene un frente esencial en el que ha venido perdiendo votos y en el que Iceta es el que manda y aconseja. El PSC ha de recuperarse para que Sánchez gobierne y por eso Iceta ha dicho lo que ha dicho, en la línea de lo que ha venido diciendo desde hace años. Iceta quiere un estatus diferenciado para Cataluña en una España federal. Tan diferenciado como sea posible y puede serlo tanto como quieran él, Sánchez y los independentistas. En ese abanico de diferencias Iceta sabe que puede encontrarse fácilmente con el independentismo y, por supuesto, recuperar el empuje de un PSC cuya cúpula de cincuenta apellidos catalanes hace tiempo que aspira a más y más autogobierno, a un federalismo confederal y así sucesivamente. Iceta pidió el indulto, criticó la prisión provisional de los encausados y defiende, en línea con ilustres académicos, un nuevo estatuto que recupere para Cataluña algunos contenidos declarados inconstitucionales en materia lingüística, bilateralidad, financiación o poder judicial y un modo de hacer posible el derecho a decidir sobre su estar en España. Ahora Iceta ha dado un paso más y de enorme gravedad.

Hasta ahora el independentismo, el catalán y el vasco pues Iceta habló en un medio vasco, sabían que el techo constitucional era solo superable con las inalcanzables mayorías parlamentarias y sociales de reforma. Iceta, por primera vez desde el espacio constitucionalista, brinda al independentismo una ruta más asequible. Lleguen al 65% y la democracia deberá encauzar su demanda de independencia, ha dicho Iceta sin ignorar que la mera visión cercana de la liebre excita y multiplica la velocidad del galgo. El objetivo antes inalcanzable ya no lo es y si llegamos al 65%, piensan Mas y Junqueras, el cauce es cosa de los socialistas. Palabra de Iceta.

De Iceta y Sánchez queremos escuchar que con el independentismo no hay trato y conocer sus políticas integradoras y de vuelta del catalanismo de derechas e izquierdas al marco constitucional y estatutario y con cuáles van a recuperar para el Estado y España los muchos espacios perdidos allá. Si Sánchez no dice lo que hará en Cataluña si gobierna y va a seguir los consejos de Iceta, mejor no votarle.