Le daremos un párrafo de benevolencia al aspirante a diputado popular, que quizá quiso decir neandertales y por alguna malformación mandibular habló de unos supuestos neardentales. Un error de pronunciación lo tiene cualquiera, pero suponemos que el antiguo aspirante al Ducado de Suárez no tiene ninguna relación con las múltiples aseguradoras, franquicias y chiringuitos varios que te arreglan los piños en un plis plas, previa firma de un préstamo casi vitalicio con un tipo de interés abusivo para pronunciar correctamente con sonrisa impecable.

Cierto es que el aspirante se ha visto mezclado en diferentes y superados quebrantos sobre la libre maternidad, pescando en un caladero en el que no hay ni una faneca; como un fantasmagórico macho alfa de su dinastía en la mayor de las inopias. Miedo me da. El caso es que, tras disculpas tardías y ridículas, se demuestra que los neandertales cuidaban a sus crías como nosotros, incluso más, la lactancia materna duraba más de dos años. Tal y como demuestra la paleontología, no hay costumbre de recién nacidos decapitados, por mucho que al presunto aspirante le hubiese gustado mostrarla en las cuevas o en los barrios neoyorquinos. Quizá el drama lo tenga más cerca, de vez en cuando en algún contenedor de residuos, en algún barrio que él no frecuenta. Quizá este cromañón no se haya apeado del pedestal del orgullo, es una pena.

No le deseo ni el más mínimo riesgo que pueda afectar a su neurona, si aparece le pido que lo consulte. Si la neurona está sana hay que procurar que procree, con muchas horas extra; pero que se reproduzca lo más rápidamente posible, que no hay tiempo que perder, precisamos su lucidez e hiperactividad; no nos hacen falta más quebrantos, ojalá todos fueran tan benignos como los que nos podría dar una mala digestión, unas molestias curadas con la infusión a gusto del paciente.

Vayamos con los duelos, los duelos de titanes habitan en nuestros recuerdos en los cines de barrio, el revólver desenfundado a tiempo, las chicas de la película pendientes del vencedor, cual Aznar y Abascal llamándose cobardicas a distancia.

Pero nada que comparar con el de Cervantes y Antonio Sigura. Alejandro Dumas con Gaillardet por un quítame allá esas páginas. Émile Zola apoyando a un Manet enfrentado con un crítico de arte. A Marcel Proust cuesta imaginarle en un duelo sin magdalena, pero se enfrentó a un periodista, ya que no le gustó ni lo que había escrito sobre su obra ni sobre su vida amorosa. Blasco Ibáñez, retó a un duelo al director de un periódico por artículos que él consideraba injuriosos y resultó levemente herido en un muslo.

Lo de hoy son tonterías. Afortunadamente los sábados Alonso Quijano gustaba de duelos y quebrantos que no eran más que un revuelto de huevos con tocino, jamón y sesos primorosamente preparados con pan tostado o frito. Sean, pues, así.