Sean ustedes bienvenidos a esta su casa, una vez más. Aquí andamos, en medio de esa tempestad llamada actualidad, lidiando siempre con un montón de cuestiones que ocasionan demasiado ruido, a pesar de que muchas de ellas sean en realidad poco relevantes. Mientras, los grandes problemas de la Humanidad y, a menor escala, nuestras grandes heridas abiertas, por las que nos desangramos un poco cada día, siguen sin remedio. Creo que si priorizamos de verdad nuestros grandes temazos, temas y temitas, algo avanzaríamos en la necesaria orientación a resultados de una sociedad demasiado emocional, demasiado compulsiva y bastante errática.

Sobre algunas de esas grandes cuestiones me consta que ha profundizado o querido profundizar Jordi Évole y su Salvados en una histórica entrevista con el Papa Francisco „Jorge Mario Bergoglio„, de una forma bastante inédita en la trayectoria de tal institución. Procede por tanto, para empezar, felicitar al periodista por tal éxito. No cabe duda de que lo hace fenomenal. Y al entrevistado, por permitirlo.

Con todo, les diré que las expectativas de la misma eran para mí un tanto escasas. Al fin y al cabo, y a pesar de su relativa sencillez, Francisco es el máximo exponente de una institución muy compleja, muy jerarquizada y con algunos mimbres verdaderamente difíciles de defender hoy, tales como la situación en la misma de la mujer. Sabía de antemano „todos lo sabíamos„ que un cierto grado de pasapalabra iba a estar presente en tal foro. No podía ser de otra manera, salvo que tal entrevista fuese un preámbulo a una revolución que, visto el estado de la cuestión, ni está ni se le espera.

Francisco expuso una doctrina social de la Iglesia, en cuestiones muy relevantes, que hizo temblar los cimientos de una sociedad acomodada y refractaria a los problemas de los demás. Un escenario al que no han permanecido tampoco ajenos los Papas precedentes, y que sienta las bases de una Humanidad que pueda aspirar a llamarse realmente así. Sí, Francisco y su discurso destilan inclusividad en lo tocante a aceptar al de enfrente, haciendo suyo aquel "un nuevo sitio disponed para un amigo más, un poquitín que os estrechéis y se podrá sentar" que a muchos nos emocionó un día y que sigue erizándonos la piel cada vez que lo parafraseamos.

No les negaré que cuando se le eligió, después de un ortodoxo Papa Ratzinger que suponía con Bergoglio una gran distancia en muchos aspectos, en mí surgió la llama de la esperanza. ¿Será que la institución eclesial se alinearía alguna vez con un discurso diferente y alejado de una moral cínica, contraria a su propia praxis y yendo a algo mucho más acorde con el mundo actual? Rápidamente, entonces, me preocupé de conocer un poquito más, profundizando sobre Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, y ratificando todos mis temores sobre su papel a la hora de criticar los avances sociales propuestos en su país. Él fue el látigo de parte de ellos.

En la entrevista con Évole, el Papa Francisco se mantuvo fiel a tal trayectoria. Sus comentarios no solamente fueron ofensivos para todo el colectivo LGTBIQ, sino que se permitió consejos a los papis de futuros niños gays que, lisa y llanamente, producirán dolor y menoscabo de sus derechos, al menos mientras estén sujetos a los deseos de algunas de sus familias. Mantuvo a la mujer dentro de su Iglesia en un limbo ciertamente singular hoy en casi todo tipo de instituciones. Y, sin fundamento científico y dentro de una órbita esotérica que para muchos parece imbuir de autoridad moral, pero que a mí me produce una franca decepción, dijo lo que quiso sobre cualquier tema, sin mayor contraste ni capacidad de discernimiento. ¿Estaría hablando Ex-Cátedra?

A pesar de todo ello, me cae bien Francisco. Le compro el discurso de la sencillez, y de un cierto alejamiento del boato, a pesar de que me repudie y me recomiende, según el día, un psiquiatra o un psicólogo. Me gusta que hable de Iglesia e impuestos, y también de los muertos de la Guerra Civil, tapados aún con cal, tierra y silencio. Y me gusta que se meta en berenjenales que otros no quisieron para sí, aunque haya seguido teniendo una postura cobarde en la pederastia de buena parte de sus acólitos, en lo que sí verdaderamente es un problema. Un escándalo. O en la diferencia entre el celibato „absurdo hoy„ y la verdadera vida de muchas personas de vida consagrada, independientemente de su orientación sexual.

¿Saben? Me encantaría poder charlar con él, y debatir con argumentos tranquilos, sosegados, ontológicos y categóricos sobre alguna de sus afirmaciones y de las mías. Poder hablar de Walter Curran, y de otros teólogos apartados o cuestionados por la ortodoxia de Roma. Poder compartir sobre los escritos de Chao Rego, o cantarle juntos a la armonía, a la naturaleza y a la paz verdadera y sin ambages. Seguro que en muchas cosas estamos de acuerdo. En otras, rotundamente, no. Pero bueno, es difícil que eso pase y que podamos hablar algún día de tú a tú, sin luz ni taquígrafos y con el cielo azul como único testigo... Yo solamente soy un cronista bienintencionado y un tanto dolido por un mundo que practica una cosa y predica otra, perdiendo valores comunes y fomentando individualidad y desasosiego. Y él es el Papa de Roma, aunque haya tomado el nombre del humilde Francisco... Y aunque no dude en perseverar en una exclusión, gratuita y absurda, y que „como líder global„ él podría ayudar a superar.