Siguen las reacciones a la entrevista concedida por el papa Francisco al periodista de La Sexta Jordi Évole. Y el rasgo más destacado, con independencia de sus opiniones sobre algunos asuntos polémicos, fue la impresión de cercanía, más bien de campechanía, por parte del sucesor de San Pedro. Normalmente, los Papas suelen ser unos personajes distantes y muy imbuidos de su función como intermediarios privilegiados entre el Cielo y la Tierra. Aunque entre col y col también encontramos a más de uno exhibiendo condiciones de "populista", como ahora se dice. En el curso de mi vida, he conocido hasta seis Papas. El primero de ellos fue Pío XII (1939-1958), un aristócrata italiano estirado y algo místico (en aquel tiempo el Espíritu Santo prefería que todos los Papas fueran italianos) sobre cuya ambigua convivencia con los regímenes fascistas todavía se polemiza. A este le siguió el ya anciano Juan XXIII (1958-1963) que procedía de una familia campesina y que se ganó el título de Papa bueno por su vocación dialogante; pero sobre todo por haber puesto en marcha el Concilio Vaticano II que fue un intento, luego frustrado en buena parte, de abrir la Iglesia Católica a los tiempos modernos. A su muerte, le sucedió en la cátedra de Pedro, un intelectual aristocrático como Pablo VI (1963-1978) que aparte de no hacer buenas migas con la dictadura del general Franco dio un "no" rotundo al uso de la píldora como remedio anticonceptivo. Después de este, fue elegido otro italiano, Juan Pablo I, que estuvo apenas 33 días en tan alta dignidad porque murió en extrañas y todavía no bien aclaradas circunstancias. Y no son pocos los investigadores del suceso que lo atribuyen a un intento de aclarar las finanzas del Vaticano y de los bancos que actuaban de intermediarios. Con este Papa termina el favoritismo del Espíritu Santo con los italianos porque el siguiente en resultar elegido es el polaco Juan Pablo II (1978- 2005), un atlético exactor de teatro al que se atribuye nada menos que la liquidación de la Unión Soviética gracias a la fuerza de la oración y (un poco también) al despliegue de nuevos misiles norteamericanos en Europa por parte del presidente Reagan del que era un buen amigo. El pontificado de Juan Pablo II es el más largo conocido (26 años) y supuso un retorno al conservadurismo eclesiástico. Luego de este, vino el alemán Benedicto XVI (2005-2013), un reputado teólogo que acabó renunciando, primer caso en la historia moderna del pontificado, alegando no encontrarse con fuerzas para desempeñar su tan elevada misión. Y a este Papa, ahora emérito, le sucede el argentino de ascendencia italiana Francisco I con lo que en cierto modo volvemos a recuperar el tradicional gusto del Espíritu Santo por los nacidos en Italia. Las andanzas de los Papas dieron lugar a algunas películas, entre las que debemos destacar Habemus Papam (2011) dirigida por Nanni Moretti y protagonizada en el papel principal por Michel Piccoli. Cuenta la historia de un cardenal que, habiendo sido elegido Papa, le entra un ataque de pánico y escapa del recinto Vaticano. En un momento determinado, alguien que ignora su condición le pregunta a qué se dedica. Y el nuevo Papa responde: "Soy actor".