Una investigación de eldiario.es revela cómo el obispado de Alcalá de Henares organiza terapias para curar la homosexualidad. Me parece muy oportuno que cuando se acaba de poner en marcha la madre de todas las campañas que este año no son electorales, o sea, la de la Renta 2018, los ciudadanos que están a punto de marcar la casilla de la Iglesia sean absolutamente conscientes de hacia qué clase de organización puede ir a parar esa pequeña parte de sus impuestos. Porque de los opacos acuerdos de la institución católica con el Estado y otras formas de financiación todavía más suculentas, como los conciertos educativos y las exenciones fiscales, mejor no hablar. Yo al menos no oigo apenas nada y mira que están diciendo cosas los candidatos. ¿Alguien por ahí se planteará profundizar en la laicidad de este país, o seguimos con los neandertales? Rebaten desde la diócesis madrileña que encabeza el obispo homófobo y misógino José Antonio Reig Pla que no se trata de cursos para revertir la homosexualidad, cosa que sería un delito porque contravendría la ley contra la LGTBIfobia de Madrid, sino sesiones de "acogida y acompañamiento". Le llaman "educación en el amor", aunque la documentación que se adjunta para las sesiones contiene materiales en los que se explica la homosexualidad como "una herida que puede curarse", producto de la sobreprotección materna. La única verdad fácilmente contrastable es que el saloncito donde la supuesta terapeuta trató de ayudar al periodista que se hacía pasar por un gay confuso, pidiéndole que no se lo contase a nadie, ese espacio de un centro religioso dentro de un complejo mucho más grande, no paga la contribución urbana como la pagamos el resto de los mortales, independientemente de nuestra orientación sexual. Entre todos sostenemos estas prácticas tan poco edificantes.

No sé a qué espera el ministro Grande-Marlaska para enviar una inspección de las salidas de emergencia del obispado de Alcalá, ni tampoco la ministra de Sanidad para abrir un expediente a los implicados por administrar pseudoterapias sin ninguna eficacia probada y que pueden tener efectos desastrosos para la salud de los pobres incautos que las prueben. Un par de buenas multas enviarían un mensaje alto y claro a quienes insisten en no someterse a las leyes, y en burlarse de los estándares de respeto que nos exigimos y nos hemos dado como sociedad. En la entrevista que el Papa concedió a Jordi Évole el domingo, y preguntado por una polémica anterior, reiteró su consejo a los padres que perciben que sus hijos pueden ser homosexuales para que acudan al psiquiatra, y busquen ayuda especializada. Condescendencia. Un mensaje penoso viniendo del jefe de una organización que sí tiene un problema de proporciones épicas, el de los curas pederastas organizados como una banda criminal cuyos desmanes eran tolerados y tapados, y que ha actuado contra miles de pequeñas víctimas durante décadas en todo el mundo. No sé si a estos depredadores sexuales de niños les ofrecen los catequistas católicos "educación del amor" como a los gais. Dijo al poco también Francisco a los periodistas que le acompañaban en un desplazamiento que le gustaría visitar España "cuando haya paz". Espero que no se refiera a esa paz que algunos añoran últimamente, la del palio y los homosexuales a buen recaudo. Yo prefiero estar en guerra contra los intolerantes y contra los que no pagan el IBI.