Fernández Flórez describió a La Coruña como "un barco inmóvil", cuyo altozano, el viejo fuerte de San Pedro de Visma, viene a ser la proa de un navío fondeado, imagen que resume la subordinación de nuestra ciudad a los misterios y a la fuerza del mar. La panorámica que se ofrece sobre la ensenada del Orzán-Riazor, maquilla la estética del promontorio, confitado con un restaurante, y la arielita, ascensor que transporta a los visitantes desde el Paseo Marítimo. Grande urbe, la herculina, que mira a las estrellas mientras abajo sus rectores se estrellan y culpan del abandono callejero al "camión de la basura". Olvidamos el nombre del alcalde que suprimió el tranvía, que circundaba el litoral coruñés con el frustrado propósito de llegar hasta el confín de los pequeños islotes que se requieren recuperar. El tranvía, con inferiores rutas panorámicas como la coruñesa, se mantiene en las grandes urbes europeas; son limpios y muy solicitados, como lo fue el nuestro, especialmente, cuando el tiempo muestra su mejor cara para llegar a los pies del tótem ciudadano: la Torre de Hércules. El parque de San Pedro de Visma, uno de los más vistosos de La Coruña, es un privilegio que requiere mejor tratamiento, en orden a cuidados y accesibilidad amplia y segura. Vargas Llosa quedó asombrado del litoral coruñés, contemplado desde los ventanales del Rectorado, y se animó a recorrerlo parcialmente. En sus expresiones valoró cómo nuestra ciudad, en torno al Atlántico, que la abraza, le traía añoranzas de su Arequipa natal, al obvervar que nuestras líneas costeras son una de las más hermosas trazadas por la naturaleza.

Todos los aspirantes a la Alcaldía nos prometen "levantar las alfombras". Es una expresión, solo una expresión, casi rutinaria. Ahora don Xulio piensa hacer realidad mover las moquetas ante el Consejo de Cuentas, por las desfeitas urbanísticas. Vistos los antecedentes, nada nos extraña que arribasen al tomo de "irse de rositas".