Algo está cambiando en el modelo tradicional de familia, según la radiografía de los hogares gallegos hecha pública estos días pasados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que abarca el último lustro, desde el año 2013. El habitual hogar formado por una pareja con uno o más hijos está dejando paso a nuevas realidades cada vez menos excepcionales, como es el caso de las familias monoparentales o el incesante incremento de las casas en las que solo vive una persona.

Esta transformación del patrón familiar es otra de las consecuencias del peligroso cóctel en el que mezclan los factores de envejecimiento y baja natalidad, que no solo reduce drásticamente las estadísticas demográficas, sino que esconde también una alteración de los parámetros sociológicos.

Prueba de ello es que los hogares sin hijos son ya clara mayoría: la cifra escala hasta los 519.000, a bastante distancia de los 440.000 que sí tienen descendencia. Sin embargo, los datos hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística contienen elementos para la reflexión, como que paradójicamente el numero de hogares en la comunidad creció en 14.000 durante los años de la crisis. Es decir, que suma miles de hogares, pero pierde al tiempo 65.000 habitantes.

Uno de los aspectos más llamativos del informe del INE es el crecimiento exponencial que experimentan las familias monoparentales, compuestas por un padre o una madre que afrontan la crianza de uno o más hijos en solitario. Estetipo de hogares se incrementaron en 24.000 en un solo año en Galicia, al pasar de los 109.300 de 2017 al récord marcado en 2018 con 133.300.

Otro factor determinante en el ADN familiar gallego es la soledad. El número de hogares en los que vive una sola persona roza ya los 280.000, uno de cada cuatro en la comunidad. Son casi 30.000 más que hace un lustro y no es precisamente un síntoma de la emancipación de los jóvenes, que se produce a una edad más tardía cada vez, sino del incremento de las personas mayores, sobre todo mujeres, que residen solas en sus domicilios tras perder a su cónyuge.

Tampoco a los hogares con numerosos hijos les vienen las estadísticas de cara. Las familias con cinco miembros se han reducido en 10.000 en los últimos cinco años y más aguda es la bajada de aquellos con cuatro personas, que han caído en 30.000 en el mismo periodo. Los hijos escasean, incluso los hijos únicos. Los 182.000 hogares gallegos con un hijo de 2013 se han reducido a 170.000 en 2018.

El elemento dominante del panorama sociológico gallego es el envejecimiento y la reducción poblacional, especialmente en el medio rural, que está estadísticamente incluido en la llamada "España vaciada", cuya dramática situación se ha convertido en uno de los caballos de batalla de la campaña electoral del 28-A.

El desierto demográfico de Galicia es un fenómeno que avanza sin frenos. Como una mancha amenazante que se va deslizando por el territorio, la despoblación total va camino de afectar a la mitad del territorio sin que nadie sepa cómo frenarla. La población que vive en el territorio la mitad "vaciada" de Galicia apenas supera el 5%; 575 parroquias tienen 10 o menos habitantes y otras 1.400 están a punto de entrar en ese desolado registro.

Si 152.500 gallegos viven en la mitad de la Galicia "vaciada", 988.028 (el 36% del total) se concentran en las siete principales ciudades, cuyo impacto en términos de superficie es más bien pírrico. Únicamente concentran el 3,3% de la comunidad.

La pregunta es cómo revertir una pirámide demográfica que en Galicia se parece cada vez más a un triángulo invertido. Por parte de los poderes públicos, no hay de momento grandes respuestas. Buena parte de los expertos consultados centran el foco en las precarias rentas de los más jóvenes, que, como apunta el estudio del INE antes mencionado, les aleja del horizonte de un hogar con hijos. Las enormes dificultades para el acceso a la vivienda y a un empleo estable son los principales palos en las ruedas de la natalidad, concluyen, y advierten de que sin mejoras en esa ecuación es literalmente imposible revertir esta situación.

Sin llegar al dramatismo de la Galicia 'vaciada', el envejecimiento afecta también a las ciudades. Casi la cuarta parte de los vecinos de la ciudad de A Coruña cuenta ya con más de 65 años, según los últimos datos actualizados esta semana pasada por este periódico. Los expertos que han analizado estos datos sobre el envejecimiento en la urbe coruñesa, que se disparó en la última década, coinciden en el diagnóstico económico y social de las causas con los que estudian cómo revertir la desertización poblacional en el conjunto de Galicia.

El sociólogo Francisco Haz apunta sobre el envejecimiento en el municipio coruñés que el creciente coste de las viviendas en el centro de la ciudad y la falta de buenos servicios para los padres trabajadores son los principales factores sobre los que se debe actuar con urgencia para revertir el fenómeno. Haz, uno de los expertos en referencia sobre demografía, advierte de que el problema no se solucionará solo con medidas de fomento de la natalidad como cheques bebé, sino que precisa completarse con actuaciones que incidan en mejorar los estándares de vida y permitan la conciliación laboral.

Estadísticamente, A Coruña se mantiene desde el inicio de la crisis en una situación de estancamiento poblacional que precisa un empuje regenerador, con una visión más amplia de los problemas que la producen y con soluciones que vayan más allá de fórmulas manidas que no se han mostrado efectivas en los últimos años.