Con ocasión de celebrarse el 70 aniversario de su fundación, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, visitó Estados Unidos. El viaje tenía dos objetivos principales: entrevistarse con el presidente Donald Trump, partidario de incrementar notablemente la contribución económica de sus aliados al sostenimiento de la organización, y anunciar de paso una serie de medidas para contrarrestar lo que en el ámbito de la alianza atlántica se califica de expansionismo militar ruso en Europa. Respecto del primer asunto ha trascendido que el actual inquilino de la Casa Blanca tiene el propósito de aumentar en un 150% el coste de mantenimiento de sus bases militares en el extranjero (el 100% para cubrir el coste propiamente dicho y el 50% en concepto de "protección" por el privilegio de ser defendidos de hipotéticas agresiones). Es decir que, España, que mantiene en activo en su territorio las bases de Rota y de Morón, deberá pagar por ello, aunque el interés estratégico no la beneficie a ella directamente sino al inquilino que las disfruta desde los acuerdos firmados entre Estados Unidos y la dictadura franquista en 1953 y las sucesivas renovaciones de los mismos pactadas por Ronald Reagan y Felipe González en 198I y siguientes hasta la fecha. Porque ya nos explicarán los que entienden de estas cosas qué concretas ventajas se derivan para la ciudadanía española de la instalación en Rota de cuatro fragatas nucleares que sirven al llamado "escudo antimisiles". O de la presencia en Morón de una fuerza de intervención rápida en África para defender intereses norteamericanos en tiempo de crisis. Una cesión de soberanía que se remonta a los tiempos en que Franco buscaba desesperadamente legitimación para su régimen después del inicial rechazo de las naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial que le habían dado trato de simpatizante, o colaboracionista, con el nazismo alemán y el fascismo italiano. El general ferrolano supo vender en Washington su anticomunismo visceral en el inicio de la guerra fría, pero sobre todo la situación estratégica de la Península Ibérica que estaba considerada en el Pentágono como el "centro del mundo". En un primer momento, y ante el explícito interés norteamericano, Franco quiso subir el precio de la apuesta (entrada en la OTAN, ayudas del Plan Marshall...) pero acabó cediendo en casi todo con el único objetivo de mantenerse en el poder. En su biografía de Franco, el historiador británico Paul Preston le atribuye esta orden a los negociadores de los acuerdos de defensa: "Y en último término si no consiguen ustedes lo que quieren, firmen lo que les pongan delante. El acuerdo lo necesitamos". Un acuerdo, por otra parte, que en la práctica y dada la proximidad de las bases militares a zonas muy pobladas, representaba una evidente irresponsabilidad. Pero no solo a Franco le debemos la presencia en nuestro territorio de las bases militares norteamericanas ni la posterior entrada en la OTAN. Ya en la democracia, Leopoldo Calvo Sotelo corrió a solicitar la entrada en la alianza atlántica después del fallido golpe de Estado de 23 de febrero de 1981 y Felipe González ("OTAN, de entrada no") lo quiso ratificar con un referéndum donde se dieron todo tipo de manipulaciones. Y ahora nos quieren subir el precio del alquiler. ¿Cuándo se vio que el arrendatario le imponga condiciones al arrendador?