Qué tal les va? Espero que bien. Eso es lo más importante. No ya que, efectivamente, los diversos ámbitos de su vida estén funcionando, sino que además lo perciban como tal. Ya saben que vivimos nuestros propios hitos vitales tal y como los percibimos y, ante un mismo hecho, hay quien sabe ver su parte positiva y quien, directamente, se hunde. Por eso es importante ver la parte positiva de cualquiera de nuestras situaciones vitales. Por eso, reitero, espero que les vaya bien y lo estén percibiendo así.

En lo público, estos son días de dinámica preelectoral, con subidas de tono cada vez más exageradas, a veces rayando en lo histriónico. Una penita pena, ciertamente, porque los discursos elaborados para exaltar el ánimo y el sentido de pertenencia de la propia parroquia de uno, acaban pasando factura al conjunto. Y no diré yo que tal técnica sea patrimonio de una opción política concreta, ni mucho menos, ya que quien más, quien menos, tiene cuadros y líderes que se apuntan a tal carro. Pero con alguien que va muy por delante en tal empeño, a día de hoy. Y es que el Partido Popular de Pablo Casado empieza a diferenciarse demasiado del de Mariano Rajoy, no sé si por intentar frenar el que nuevos partidos emergentes arrebaten a una parte de su electorado, porque sabe que, si fracasa, pasará a mejor vida política denostado por la enorme masa social a la que chirría tal deriva, y que espera con las espadas en alto, o porque, verdaderamente, el señor Casado está a gusto en tal tesitura. No sé tampoco qué le dicen sus analistas de marketing „recuerden que hoy la política es una mercaduría donde trabajan al más alto nivel artífices de la comunicación, independientemente de los hechos, los programas y cualquier realidad medianamente mensurable„, pero a mí tal estrategia me sorprende. Quizá por suicida.

El caso es que con el Partido Popular perdiendo claramente el espacio de centro, Ciudadanos no sabiendo aprovecharlo, Podemos claramente tocado por sus altamente contradictorios liderazgos y discursos, y un PSOE que no acaba de sacar réditos de ser la alternativa más centrada hoy, la cuestión es compleja para las próximas elecciones. Y, remedando a Mónica López, meteoróloga, cuando le preguntan por las previsiones del tiempo a muy largo plazo, no creo que les descubra nada nuevo si les digo que el 28 de abril puede pasar cualquier cosa. Absolutamente cualquiera.

Recuerden que los grandes cambios, tanto para un lado como para el otro del dial ideológico, no son fruto de la casualidad. A veces la liebre salta de repente, en términos de cambio de tendencia radical en el voto, y hay quien habla abiertamente de sorpresas. No. La Teoría de Catástrofes de Renè Thom, de la que hemos hablado aquí otras veces, nos muestra que variables que evolucionan continuamente, tal como una mala percepción de la economía o el hastío frente a la corrupción, provocan saltos en funciones discontinuas que dependen de las mismas. Un tema apasionante, relacionado con la Teoría del Caos, y que está detrás de fenómenos económicos, sociológicos y también políticos de otra forma bastante más inexplicables. ¿Pasará algo de esto en las próximas elecciones? Quién sabe...

Lo que sí acontece, y para eso no hay que esperar, es una radicalización de los hiperliderazgos destructivos en las diferentes formaciones políticas. Esto, que hemos compartido en otras ocasiones, sigue al alza. Parece como si no hubiese ni un ayer en los partidos, que se esfuerzan en borrar cualquier traza de etapas, liderazgos y posicionamientos anteriores, ni un elenco que, verdaderamente, está ahí dando el callo y la talla por defender, a la postre, unas ideas. Y es que ni el PP es solo Pablo Casado, afortunadamente, ni el PSOE es solo Pedro Sánchez, aunque muchos de los que estaban no le quisieran. Y los demás, mucho más nuevos, tampoco son solo Rivera, Iglesias u otros... No. Hay mucha gente, más allá de tales estrellas del rock que viven rápido „mal síntoma„, que suelen quemarse en uno o varios intentos, y que para mí encarnan muchas veces el yang fatal de un yin de discurso, sosiego y presencia como lluvia fina en instituciones o en el pulso de la calle.

España no es Estados Unidos, y aquí no elegimos a un presidente, gran hacedor de todas las cosas, pese a que desde algunos foros, mostrándonos a hombres jóvenes y guapos como presunto factor atractivo, parezcan insistir en ello. Elegimos a un Parlamento, un verdadero caleidoscopio de la sociedad, del que dimanará un Gobierno. Nadie niega como clave el papel del liderazgo en las diferentes formaciones políticas pero, ¡por favor!, estas no son estrellas del rock... Se trata de fomentar la cordura, el debate sosegado y apuntado a objetivos reales y una cultura del ayer, del hoy y, sobre todo, del mañana, frente al producto de usar y tirar, la política de la inmediatez y la intrahistoria como forma de tapar el inmenso agujero en el discurso y el debate dentro de los partidos políticos. Nos merecemos mucho más. Y mejor.