En vísperas electorales, los anuncios gubernamentales de los partidos políticos en el poder suelen suscitar el interés y la expectación periodística, a la hora de contemplar la lluvia fina que se recoge tras los comicios.Si ponemos el retrovisor en el último gobierno socialista (Rodríguez Zapatero) recopilaremos una serie de promesas de relevancia para La Coruña, todavía en el alero: Intermodal, Eje Atlántico „se anunciaba operativa para 2012„ las ampliaciones de Alvedro y la avenida de Alfonso Molina, etc., entre los más llamativos. No haber cristalizado las señaladas promesas, sin ningún recordatorio público, requiere una técnica especial para la simulación que evite al ciudadano valorar la distancia entre lo prometido y lo realizado. Samuel Hungtiton, académico norteamericano, ponderaba las dificultades que acostumbran a padecer los gobiernos en países democráticos por las demandas ciudadanas que son más exigentes y superan en grado sumo lo que tales gobiernos pueden satisfacer. En la hipersensibilidad informativa que vivimos, la entrevista de Jordi Évole al Papa ha sido un scoop periodístico de escasos antecedentes. El tono tribulario del entrevistador ha dejado en el saco inquirir sobre la reciente y críptica información de Su Santidad: "Visitaré España cuando haya paz", que se diluyó, evanescente, coloreada por los modismo argentinos del diálogo. La diplomacia vaticana, una de las más profesionales e informadas, acostumbra a distinguir, de modo indubitable, la realidad de la ilegalidad, tan dúctiles en algunas regiones de Hispanoamérica, donde el imperio de la ley es arbitrario y modificable. Recordemos el axioma: Verdad y libertad, o van juntas o juntas perecen.

La espantada de Borrell, en una entrevista para la televisión alemana, ha sido un lujo que, singularmente, ningún ministro de Asuntos Exteriores se debe permitir, incluso, cuando como en este caso, las cuestiones planteadas por el entrevistador basadas en hechos no ciertos pudieran ser considerados como una encerrona. Borrell, inteligente, polemista, gladiador en el diálogo, posee recursos intelectuales suficientes para neutralizar cualquier diatriba falaz sin necesidad de abandonar el escenario. Le faltó oficio, templanza y, sobre todo, conjugar la intensidad política con la mesura diplomática.