El intento de utilización partidista de la Semana Santa por las derechas, infectas de nacionalcatolicismo, es burdo cuando no chusco, como resultaron, el año pasado, aquellos cuatro ministros cantando Soy el novio de la muerte ante el Cristo de los legionarios. Chusco y un tanto paradójico si consideramos que estos señores y señora, devotos del Cristo de la Buena Muerte, son tan refractarios a la despenalización y regulación de la eutanasia.

Las procesiones y ritos populares de la Semana Santa son manifestaciones folclóricas tradicionales: quizá el más rico y nítido vestigio del sincretismo religioso entre nuestros primigenios politeísmos greco-romanos y el monoteísmo cristiano originario, heredado del judaísmo. Vestigio que es patrimonio cultural de todos.

El cristianismo llegó a ser la religión oficial y obligatoria del imperio porque fue capaz de superar el monoteísmo radical judío asumiendo dogmas y ritos politeístas instalados en la cultura grecolatina. El dogma trinitario, por ejemplo, viene a ser una asunción de un politeísmo, digamos limitado o moderado, por mucho que filósofos y teólogos cristianos se hayan quemado las pestañas tratando de casar el uno y el trino. A este sincretismo dio vía libre Pablo de Tarso el día que, en el Areópago de Atenas, colocó a Cristo en el altar al dios desconocido y se proclamó griego con los griegos o romano con los romanos. Cristo entra así en el Olimpo de los dioses y trata de expulsarlos del monte sagrado, pero hubo de aceptar que dioses y diosas se hiciesen cristianos para que el cristianismo alcanzara el poder y se convirtiese en la religión del imperio. Son estos dioses y diosas los que estos días "sagrados" procesionan por las calles de España. Los teólogos les dicen advocaciones de la divinidad pero en realidad, los devotos bien lo saben, el Cachorro, Jesús del Gran Poder o el Cristo de los Gitanos son dioses distintos, como distintas diosas son La Macarena, La Esperanza de Triana o La Virgen de la Amargura.

Nuestros dioses y nuestras diosas desfilan estos días para conmemorar el drama fundacional de nuestros mitos religiosos: patrimonio cultural y folclórico colectivo. De todos. Patrimonio de la humanidad.