A BC proclamó Español del Año a Jordi Pujol en 1984, sin que se resintiera ninguna de las partes. El CIS acaba de coronar Español Más Votado del Año a Oriol Junqueras, pero este nombramiento resulta más accidentado. Los 17-18 estratosféricos escaños que el macrobarómetro adjudica a Esquerra Republicana, en coincidencia con otro sondeos, se concentran en solo cuatro provincias. Su proyección del ámbito catalán al estatal reportaría 134 diputados en el Congreso. Prácticamente los mismos que obtuvo Rajoy en 2016, cuando se consideraba ganador incuestionable. Por encima de los consolidados ahora mismo por Pedro Sánchez, vencedor unánime de la precampaña salvo que se trate de un espejismo.

En cualquier contienda occidental, superar hoy el treinta por ciento de los sufragios es un Himalaya. Máxime si se tiene en cuenta el famoso voto diferencial, que castiga a los partidos de ámbito regional en unas elecciones generales. Una vez detallado el currículum estadístico de Junqueras conviene recordar, para quienes hayan vivido en Marte durante los últimos años, que el candidato con perspectivas más despejadas para el 28-A se encuentra actualmente en prisión. Sin condena y sin haber cometido delitos de sangre, acusado de una violenta rebelión.

Por tanto, el ganador virtual del 28-A no pronunciará ni un solo eslogan electoral en vivo durante la campaña, porque el Supremo le ha cancelado esta opción. La victoria desde la ausencia contraviene todos los mandamientos de los gurús de la estrategia política, que recomiendan una presencia incesante de sus patrocinados en los foros más exóticos, Bertín Osborne o Pablo Motos. No se trata de recomendar la cárcel a los cabezas de lista de los partidos, aunque más de uno estaría predispuesto si a la salida se encontraran un taxi a La Moncloa. En cualquier caso, incluso quienes desean a Junqueras la condena de 74 años de cárcel solicitada por Vox, deberán reconocerle un carisma especial.

La hipótesis de una excarcelación de Junqueras y sus compañeros de banquillo para cumplir con las exigencias de la campaña ha sido rechazada por el Supremo, con reiteración del "riesgo de fuga". El comportamiento de los políticos derrotados en las urnas es altamente imprevisible, pero costaría detallar los argumentos que impulsarían a la huida al indiscutible campeón en las urnas. ¿Macron huyendo de Francia tras su victoria, o Trump de Estados Unidos? Para redondear una situación que bordea el esperpento, el único político español que ahora mismo podría disputarle el liderazgo electoral al presidente de Esquerra se llama Manuel Marchena.

La carrera electoral de Junqueras no concluye con una cosecha en las generales que le sitúa dentro del rango de Vox o Podemos. Dado que piensa encabezar todas las listas de ERC, el 26 de mayo podrá ser votado personalmente en la candidatura a las europeas, en esa ocasión en todas las provincias españolas por tratarse de una circunscripción única. Será interesante repasar los resultados que obtendrá en geografías alejadas de Cataluña, en papeletas encabezadas con su nombre y sin mayor alineación ideológica del votante que la solidaridad con su situación. Con estos mimbres se va fraguando la confección de un mito casero en la estela de Mandela o Gandhi, que sufre prisión mientras asegura que está dispuesto a negociar el futuro político con sus carceleros.

Ni siquiera el auge del independentismo en las encuestas le autoriza a atribuirse el monopolio de la gestión de Cataluña, un error reconocido implícitamente por Junqueras al dar varios pasos atrás en las pretensiones emancipadoras de su partido. Sin embargo, la grandilocuencia de erigirse en intérpretes únicos de una comunidad desde resultados siempre moderados adquiere un perfil grotesco en el caso del PP. La candidatura de Casado tiene garantizado un único escaño en las cuatro provincias catalanas, y ninguno en el País Vasco. Con todo el respeto que merecen los votantes de dicha formación, o los dirigentes populares tratan a dichas nacionalidades históricas como países extranjeros o viceversa. El juicio del Supremo no sabrá determinar si un pelotón de quijotes quisieron independizarse de España o solo de Rajoy.

El último presidente del Gobierno del PP reclamaba la previsibilidad como sello de calidad de su actuación, pero las formaciones nacionalistas le han aventajado en el capítulo de ajustarse a unos parámetros determinados de antemano. Mientras el propio presidente del CIS duda sobre la validez de las asignaciones de su macrobarómetro a los populares o a Vox, se mantiene inalterable la treintena de diputados nacionalistas, un bloque codiciado en un Congreso en disgregación. Solo Puigdemont retrocede en esa esfera, aunque su caída se ve compensada por el auge de su principal adversario. Sí, Junqueras.