Retrocedamos dos meses. Una multitud se congrega en la plaza de Colón, de Madrid, a favor de la unidad de España y los líderes de las tres derechas (Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal) se hacen una foto conjunta y les falta tiempo para pedir un adelanto de las elecciones generales al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Cinco días después (y tras perder el apoyo de los independentistas catalanes para sacar adelante los Presupuestos), Sánchez convoca comicios para el 28 de abril.

Si hacemos el esfuerzo de recordar el estado de opinión existente entonces (dos meses después de las elecciones andaluzas), todo apuntaba a que se podría producir, a nivel del conjunto de España, un pacto de las tres derechas que sacara a Sánchez de la Moncloa. Pues bien, solo hay que ver los sondeos de marzo y de lo que llevamos de abril para apreciar que el clima es totalmente opuesto: tanto encuestas privadas como el denostado CIS apuntan a una clara victoria del PSOE, que podría permitirse el lujo de pactar a izquierda (Podemos) o derecha (Ciudadanos), sin necesidad de recurrir a nacionalistas vascos o independentistas catalanes.

Y ahí radica el único peligro al que se enfrentan los socialistas, en campaña. Que el seguro y aparentemente confortable triunfo que le auguran los sondeos conduzca, el "día de la verdad", a una movilización insuficiente de los suyos y genere el escenario que nadie prevé, a estas alturas: que las derechas puedan sumar mayoría absoluta. Tal como le sucedió a Susana Díaz, en diciembre. Un motivo para sospechar (y que debería preocupar a PP y Ciudadanos): la enorme movilización que está consiguiendo Vox en sus mítines? y que no aparece de forma clara en las encuestas. Así que sí, todo está más abierto de lo que parece.