Ante un nuevo escenario al que la mayoría de los economistas lo denominan la cuarta revolución industrial, tenemos la opción de dejarnos llevar por esa ola del cambio o dejar que nos arrolle.

Ya nadie pone en duda que el mercado laboral actual, no es equiparable con el que teníamos antes de la crisis. Pero este cambio no es solamente a consecuencia de la recesión. Muchas de las ofertas de empleo al día de hoy, son para profesionales que tengan la capacidad de adecuarse a un mundo de sorprendentes desafíos.

Mientras los ciudadanos de a pie, de una u otra forma, no nos queda otra alternativa que adaptarnos a esa transformación, y, en muchos casos, pagando un precio alto por ello, aquí en España tenemos la sensación de que los políticos no sólo no están implicándose lo suficiente para que su país esté preparado para los nuevos retos, sino que además, continúan enfrascados en limpiar sus trapos sucios y en tratar de desdecirse de aquello en "donde dije digo, digo Diego", para luego diseñar la mejor estrategia que los lleve a La Moncloa.

El escenario político que estamos viviendo es deprimente. Se ha convertido en un teatro en el que la charlatanería, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, es la táctica por todos utilizada. Dejando al margen las causas del alarmante deterioro que, en líneas generales, está sufriendo la confianza del ciudadano en las instituciones y la imagen del gremio político, la mesura, el raciocinio y el sentido de Estado han sido sustituidos, entre otras muchas cosas, por la hipocresía, la inmoralidad, la manipulación, el embuste y la calumnia; esta última, como arma arrojadiza por si fuese necesario debilitar al adversario.

El domingo 28 de Abril, fecha de Elecciones Generales, el colegio electoral será una vez más el lugar donde podremos elegir a quién queremos que nos represente. En esa fecha, será cuando los ciudadanos tendremos la última palabra. Hasta puede servirnos de ayuda aquel dicho que tiene su fuente en el Evangelio, "por sus obras los conoceréis", para dirigir un proceso de selección en el que deberemos discernir entre el hombre de Estado y el bocazas.