Asistimos con preocupación a la presencia de decenas de personas viviendo en la calle a los que se lanza una serie de apelativos como mendigos, y algunos realmente crueles como desechables. Todos ellos son personas que han llegado a extremos de desatención que ponen en peligro no solo la supervivencia sino los elementos mínimos para la vitalidad. Los ciudadanos nos hemos acostumbrado a verlos y con precarias limosnas tranquilizamos nuestras conciencias. Cuando no directamente cambiamos de acera.

Mucho me temo que, de seguir así, este tipo de personas podría copar muy pronto el espacio público desde el que ir acrecentando otro problema más grave que es el de la inseguridad, con prácticas violentas a fin de obtener los elementos vitales de los que carecen. Nuestra administración contempla en general el problema sin asumir las medidas que atenúen esta situación, donde el factor casa cuente, además de la asistencia médica y psicológica así como desarrollar sus habilidades de cara a desempeñar una actividad útil a la sociedad.

La situación tiene que ser abordada de una adecuada forma, al tratarse de un azote social, donde el principal compromiso salga de esa Concellería, en su deber de dar cumplimiento a lo establecido en la Constitución que ordena el Estado Social de Derecho. Como muchas cosas, estas normas pocas veces se cumplen, lo cual me lleva a pedirle mayor realismo ante este grave azote. El paisaje se nos ha llenado de colores, de mirar para otro lado, y otros gestos convenientes.

Entiendo sin embargo que no sería bueno que la actual campaña no nos deje ver el bosque, ni sus matorrales, o la tierra sobre la que crece y asienta la exclusion rampante. La inclusión social no es barata pero hay que apostar por ella: lo mismo que la Igualdad.