Dos debates seguidos que, más allá de este o aquel detalle, ocurrencia, falsedad o impertinencia, han aportado poco en varios campos y lo suficiente en dos asuntos centrales para decidir el voto a quienes aún no lo tuvieran claro. Los dos debates han sido, en mi opinión, de escasa utilidad y eso en buena medida por el formato a cuatro que incentiva el ruido, las prisas, las medias palabras, las interrupciones y las reiteraciones. Un espectáculo de escasa calidad e interés al que siguen los comentarios y las puntuaciones congruentes con lo presenciado, un espectáculo. No tiene mucho sentido, ninguno en realidad, debatir sobre cifras económicas, paro, empleo, pensiones, subidas y bajadas, impuestos o presupuestos, en unos minutos con prisas, sin papeles, con interrupciones y acusaciones de mentir sobre ellas. Podrían habernos ahorrado esa parte y podría Casado haberla resumido con aquella frase de la señora Calviño sobre la herencia de Rajoy al poco de tomar posesión como ministra de economía de Sánchez: "tenemos una economía con una base de crecimiento sólida con pronósticos positivos". Y tampoco lo tenía abordar asuntos graves como la emigración o la violencia de género con frases de treinta segundos por unos y otros. Clamorosa la ausencia de referencias a los asuntos internacionales y lugares comunes sobre sanidad y educación.

Sobre los dos asuntos más importantes para la legislatura que se iniciará en semanas, silencio de Sánchez que era, lógicamente el interpelado por unos y otros. Del conflicto con la Generalitat independentista y el añadido de los indultos nada de nada. Un silencio de lo más elocuente que fue, con toda la razón, duramente criticado por Casado y Rivera y quiero pensar que también por millones de ciudadanos. Y de los pactos, parece que inevitables para un gobierno estable, nada quiso aclarar Sánchez aunque Iglesias porfiara en obtener un sí y resulte razonable imaginar que, en efecto, Sánchez aceptará el ofrecimiento de un Iglesias, cuánta mansedumbre donde hubo errática bravura, a cambio de algún ministerio o cargo de relumbrón. Dos silencios que, a mi juicio, son suficientes por la trascendencia de lo que nos jugamos para no poder confiar a Sánchez la presidencia del gobierno los cuatro próximos años.

Ningún sentido tenía que hubiera combate por el título del centro derecha, como dicen en primera los medios favorables a Sánchez tratando de debilitar a Casado. Más bien creo que Rivera erró con reiteración cuando tiró pedradas a Casado al tiempo que le ofrecía acuerdos de gobierno. A Rivera se lo comen las prisas pero, en efecto, es garantía de espectáculo con golpes de efecto exitosos, fotos y tesis, aunque no sé si eso es lo que esperaban de él sus posibles votantes.

Ausente Vox por imperativo legal, me pareció ridículo el esfuerzo constante de Sánchez por emparentar al nuevo partido con el PP y C's. No es eso lo que se desprende de sus respectivas trayectorias ni de sus programas y tampoco la experiencia de Andalucía evidencia que el partido de Abascal tenga vocación de antisistema. Apelar al miedo y justificar mañana un cordón sanitario debería a estas alturas desecharse en la política española. Lo sensato es indagar el por qué del surgimiento de Vox y lo lamentable es que no hayamos podido escuchar las sutiles exposiciones de Abascal sobre tantas cosas importantes.