Cuando el calendario balompédico anuncia el fin de temporada, sus protagonistas han agotado su actividad profesional para dedicarse al descanso y a sus compromisos sociales y publicitarios o recrearse en el mundo del glamour y abandonar el habitual intercambio de sudores y humores, en el que la colonia o el perfume al uso constituyen uno de los secretos mejor guardados del vestuario. Alguien dijo que "el fútbol viene a ser una suerte de teología sin fe", tanto por la pasión que despierta como por los intereses que moviliza. El "reaparecido" Lendoiro decía que "el fútbol lo inventaron los ingleses, pero donde mejor se jugaba era en Riazor". Se refería a la época de Mauro Silva y Bebeto, cuando el balompié brasileño no había perdido la naturaleza ni el fulgor de su sol y la Argentina se resignaba a psicoanalizarse. Por estas fechas, se producía la tragedia de Sheffield, en cuyo estadio perdieron la vida 96 ingleses, amasijados en un aluvión en los accesos al graderío, registramos en la actualidad la muerte de Héctor del Mar, "el hombre del gol", desbordante narrador radiofónico rioplatense, que vino a España para cultivar los latiguillos y su modo de recrearse silábicamente en las consonantes. La buena noticia es el resurgir futbolístico de Holanda como en los tiempos de Cruyff y Van Gaal y de la "naranja mecánica", técnico con pinta de garrafa de cuello alto, que tenía cierta simpatía por Pim Fortuny, líder ultraderechista holandés, asesinado entonces. Holanda ha vuelto en Turín, eliminando a la Juventus, representada por el Ajax joven, dinámico, habilidoso, reflejo de un pueblo realista y reservado, más que amable, correcto, fiel a sus polos tradicionales: la Diplomacia y la Marina de inspiración británica. Su realismo tiene el "rara avis" "ni promete ni quiere que le prometan", que no cabe en los discursos ideológicos, ni en los programas políticos... Aquí seguiremos disfrutando de los Messi, Cristiano, Mbapé, Hazard, etc., como cercetas corriendo por nuestros campos de fútbol, en busca de la jugada imprevisible en la que triunfa el cerebro sobre el músculo. Groucho Marx aconsejaba. "No es bueno que los pies vayan delante de los zapatos", como pudiera ser el caso de Maradona, cuyo talento deportivo fue vetado por su cabeza. En este punto, cuyo sentido común le impedía perder pie, distinguía al optimista del pesimista; el primero miraba a los ojos, el otro a los pies.

El Deportivo no tiene fortuna con los entrenadores; unos llegan pasados de fecha y otros, sin catalogar su hoja de servicios.