Tengo mucho escrito sobre España y la alargada sombra de Caín que se proyecta sobre su piel. Y mucho también sobre el español airado, "el español terrible con su piedra en la mano" que, pintando del natural, retrató Luis Cernuda. Sabía el poeta que el español suele ser así, que usa el pedrusco, el halago, el voto, siempre contra alguien, que lo lanza, furioso, enojado, y se sienta luego a descansar la tarde. Sí, mucho tengo escrito sobre esto, pero una vez más voy a escribir con mi palabra en la mano, no tengo otra cosa.

Porque sobre ese sentimiento, sobre ese modo del español furioso, se han alzado partidos y alianzas que quieren crecer a costa del enfado, del dolor, del desengaño y el hastío que produce tanta mentira, tanta corrupción, tanto imperio de la mediocridad, la chapuza, la ineficacia. Y sin embargo, ahí está el peligro.

Dice un viejo proverbio chino que si vas a emprender el camino de la venganza antes de salir debes cavar dos tumbas, una para tu enemigo y otra para ti. De modo que vengarse, siquiera sea con el voto, es un modo de suicido, un error, una pésima solución. No podemos ir contra nosotros mismos obviando que hay discursos, poses, actitudes que provienen de un pasado muy reciente, que son perfectamente reconocibles y que encierran, bajo una capa de normalidad, el error y el horror de la intolerancia.

Debemos asumir que nadie va a salvarnos, que no existen los caudillos, que permitiendo que nos arrebaten derechos y libertades, todo eso que tanto trabajo ha costado conseguir, no ganamos en seguridad, ni en cohesión, ni en convivencia. Que la mano dura no suele ser una buena solución, que la autoridad que proviene del miedo no es autoridad, es coacción.

Seguramente soy un idealista, una de esas personas que, ya lo he dicho alguna vez, todo lo confía a la luz, como la primavera. Y seguramente parezca una utopía pensar que la libertad, la igualdad y la fraternidad (la libertad como base, la igualdad como medio y la fraternidad como fin), pueden resolver el mundo, si es que tiene solución posible. Y seguramente pueda estar equivocado y esté caminando hacia un horizonte que se aleja un paso cada vez que doy un paso, pero eso me sirve para caminar, como tan extraordinariamente descubrió Eduardo Galeano.

Así que el domingo, con mi palabra en la mano, votaré contra la mentira, el insulto, el racismo, el machismo y la pérdida de los derechos sociales. Y pondré mi piedra a favor de la educación, la cultura, el respeto, el conocimiento, la memoria y el compromiso ético.